Fundamento antropológico y espiritual en San Juan de la Cruz
Fr. Marcelo Sarmiento ocd
febrero 2018
Dentro de estos cursos breves, presentamos el aporte de nuestros santos a la Espiritualidad cristiana, en esta ocasión, nos acompaña Juan de la Cruz, maestro, místico y conocedores de la condición humana. Quien ha transita más de una vez, por los caminos de la geografía interna del hombre.
Ofreceremos el aporte de algunos especialistas en torno al santo, quienes nos darán a partir de los textos del mismo, pautas para acompañar en el itinerario del hombre a Dios, ya que como nos dice el mismo Santo, no podemos hablar del hombre, sin hablar de Dios.
Introducción
El Papa Benedicto XVI afirmaba: “El ser humano (…) está compuesto de cuerpo y alma. El hombre es realmente él mismo cuando cuerpo y alma forman una unidad íntima (…). Si el hombre pretendiera ser sólo espíritu y quisiera rechazar la carne como si fuera una herencia meramente animal, espíritu y cuerpo perdería su dignidad. Si, por el contrario, repudia el espíritu y por tanto considera la materia, el cuerpo, como una realidad exclusiva, malogra igualmente su grandeza (…). Pero ni la carne ni el espíritu aman: es el hombre, la persona, la que ama como criatura unitaria, de la cual forman parte el cuerpo y el alma. Sólo cuando ambos se funden verdaderamente en una unidad, el hombre es plenamente el mismo (…)” (Deus caritas est, n. 5).
Juan Pablo II, en el Teresianum de Roma, pronunciaba en el Aula Magna de la Facultad carmelitana estas palabras: “Pienso que para comprender la dignidad del hombre, las posibilidades de la persona humana, es necesario pasar –al menos una vez- por la teología sanjuanista; pasar, diría, por la dimensión del hombre que nos descubre la doctrina de san Juan de la Cruz. Entonces se sabe lo que quiere decir “hombre”. Luego, uno no puede olvidarse de su dignidad”.
El hombre de hoy con toda su realidad, busca “testigos de los humano” que puedan ayudarle a darse una respuesta válida sobre el sentido de su existencia. Y entre esos testigos de lo humano están también los místicos, cada día más buscados, leídos y estudiados desde ángulos diversos y con intereses bien distintos.
El místico cristiano auténtico no es, ni puede ser, alguien extraño a la realidad humana en cuanto tal. Al contrario: su peculiar experiencia de Dios lo inmerge radicalmente en esta su realidad humana y le hace vivirla desde una profundidad y hondura verdaderamente privilegiadas. A partir de esa experiencia, se siente mucho más íntimamente vinculado a todo lo humano y descubre y vive vínculos más profundos que lo unen de un modo singular a todo hombre.
Si preguntamos a Juan de la Cruz: ¿Cuál es la “dimensión del hombre” que nos permite comprender auténticamente su “dignidad”? Nos respondería que es la “vocación del hombre a la “unión de amor con Dios”. Ese es el eje en torno al cual gira todo el magisterio sanjuanista, y la idea central que rezuma cada una de sus páginas.
Una lectura de la obra sanjuanista, nos permite observar que, para Juan de la Cruz, el amor es la vocación última y única del hombre, que da sentido total a su existencia y la convierte en un progresivo itinerario hacia Dios. “El hombre no puede vivir sin amor. El permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente” (RedemptorHominis 10).
¿Cuál es la condición humana actual?
Desde la antropología descubrimos que las personas, para satisfacer sus necesidades básicas, entran en relación, voluntariamente o no, con otras realidades como son: la naturaleza, las personas y Dios; por eso se afirma la multi-relacionalidad del ser humano. Por otro lado, la persona se ha ido descubriendo poco a poco con dimensiones profundas que le son propias como son la corporeidad, la interioridad, la libertad, etc. y que le permiten irse construyendo o humanizando.
En este sentido, desarrollaremos las dimensiones o relaciones básicas que el ser humano posee o que va descubriéndolas a través de la historia. Estas dimensiones, experimentadas desde la vitalidad, sirven de justificación o fundamento para el reconocimiento, promoción y defensa de la dignidad humana y más aún de los derechos humanos.
1. La persona un ser en relación con la naturaleza ¡somos naturaleza!
La persona es un ser inmerso en la naturaleza. Es naturaleza. Por tanto, necesita respirar aire puro, no humo; necesita alimentarse de los frutos de la tierra, pero no agotarlos. Incluso tiene capacidad para transformar y recrear el mundo a través de la ciencia y la técnica, pero no debe destruir su casa, porque tarde o temprano moriría.
Por eso, los derechos de la naturaleza son los derechos del ser humano. Aire tierra y aguas deben estar limpias por respeto a la misma naturaleza y por la salud de los seres humanos. Además, no podemos agotar los recursos naturales en beneficio inmediato de tres o cuatro generaciones. Tenemos responsabilidad frente al futuro, por ello debemos exigir y exigirnos una relación sustentable, es decir, conservar para las siguientes generaciones nuestra casa mayor, la tierra.
Añadamos una idea más, la naturaleza no está solo para ser usada o solo contemplada Ella tiene un valor implícito y un valor relacional. En cuanto a lo primero, a nosotros nos queda cultivar la capacidad de contemplar y respetar su belleza. Y en cuanto a lo segundo, estamos llamados a humanizar más la naturaleza por medio del trabajo, la ciencia y la técnica y a naturalizar más a las personas redescubriendo que nosotros también somos naturaleza y debemos cultivar una relación armónica con ella.
2.- Relación Intersubjetiva. ¡El yo es yo cuando le descubre al tú!
La relación con los otros seres humanos, también es algo dado. Los otros están allí y exigen de nosotros una respuesta. Martin Buber afirma que “el yo se descubre como yo cuando entra en relación con el tu”. En esa medida el otro es parte de mí. Y desde la vida cotidiana, podemos afirmar que cuando hay un otro significativo (real, ideal o emocional) delante de mí, el mundo cobra sentido.
Por eso, la incomunicación absoluta o la soledad provocada externamente atentan contra la vida humana, contra los derecho de libre asociación o incluso de familia...
Pero, no solamente la privación de los otros es un atentado a la vida. También la actitud y práctica que ejercemos ante los otros define si actuamos a favor o en contra de la vida. Porque el ser humano además de estar junto con, puede actuar a favor o en contra de los otros.
3. Relación con la comunidad. ¡Somos seres institucionales!
Los seres humanos no se agotan en la relación yo-tu, esto sería intimismo. Siempre hay apertura al nosotros, a la comunidad, en cualquiera de sus expresiones: familia, barrio, sociedad, gremio... ¡la sociedad nos constituye como personas! Por eso, la sociología nos recuerda que "somos seres sociales por excelencia". Si alguien quisiera seriamente vivir al margen de la sociedad y sus exigencias estaría camino a la locura o al cementerio.
La familia como institución primaria de socialización cumple un papel fundamentan en la conservación, transmisión y recreación de la herencia cultural como es el lenguaje, los valores, los modos de significar la vida, etc.
Por ello, la cultura del encierro individualista en la que estamos embarcados no nos realiza como seres humanos, y nos trae como resultado angustia, soledad, indiferencia frente a los otros. ¡A más individualismo, más muerte de la persona humana!
4. Relación Corporal ¡Somos cuerpo en expresión!
La corporeidad es la totalidad del ser humano que se expresa en el tiempo y espacio en condiciones de limitación.
El cuerpo tiene cuatro características: El cuerpo como experiencia de limitación, el cuero como experiencia de lenguaje, el cuerpo como experiencia de danza y El cuerpo como experiencia de Vestido.
La dimensión orgánica del cuerpo le hace a la persona consciente de su limitación, y de su permanente necesidad de respirar, comer, dormir… Quienes atentan contra el cuerpo al no comer bien, no dormir a sus horas ni respirar bien, no afectan solo a la parte externa de la persona. Afecta a la totalidad de ella, quien mata el cuerpo mata también el espíritu.
El cuerpo es expresión de nuestra interioridad. Es el canal a través del cual todo nuestro mundo interior se manifiesta. Por eso, los seres humanos no tenemos cuerpo, sino que somos cuerpo. El gesto, la danza, el vestido son formas necesarias de expresión de la interioridad. Las personas que reprimen la expresión corporal y se refugian en el mundo de la razón, pueden ser almas prisioneras.
Las personas debemos cultivar la relación del cuerpo con nosotros mismos y con los otros en una dimensión sana, que nos permita hacer de él el medio de comunicación simbólico y lúdico. De esta forma, seremos más auténticos, porque lo que diga la boca estará avalado con la expresión del rostro.
5. La dimensión emotivo-afectiva
Todos los seres humanos estamos constituidos por un mundo afectivo que hunde sus raíces en las etapas primeras de la evolución biológica que le permite estar atento a los peligros y estímulos y que se complejizan en los mamíferos que mantienen vínculos afectivos y que les permite ayudarse mutuamente hasta el aparecimiento de una condición nueva, la del amor propio de los seres humanos.
Efectivamente, el amor nos abre a lo “mágico” de la vida. Esta dimensión es tan profunda, que para los psicólogos, la razón de la salud o enfermedad psíquica se encuentran en el amor presente o ausente. Por eso se eleva a calidad de derecho humano para los niños ¿Y por qué no para los jóvenes y adultos?
Normalmente estamos constituidos por tres clases de amor: el amor eros o posesivo ¡rezagos del sentimiento de propiedad privada animal! El amor fraternal, que es recíproco y el amor ágape que es el amor generoso que se da sin esperar nada a cambio, es gratuito, raíz de las grandes causas.
El mundo afectivo esquemáticamente está compuesto de humor festivo o humor amargo, es decir, con actitud positiva o negativa ante la vida. Con emociones rápidas y pasajeras como también con sentimientos más permanentes. Y por último, con pasiones individuales o sociales que nos motivan a soñar y realizar grandes ideales.
6. La dimensión de libertad. ¡Somos seres libres! Y actores de la historia
¿Se puede ser persona sin ser libre? no. La libertad es la marca de los seres humanos. La libertad nos permite escoger entre una cosa u otra, entre dar una caricia o una trompada, entre hacer justicia o injusticia. Pero la libertad tiene una consecuencia. Nos hace responsable de nuestros actos.
La libertad le da la posibilidad al ser humano de crear cultura, de hacerse cargo de la realidad y hacerla historia, transformarla de acuerdo a las visiones, intereses y utopías. El estado y sus instituciones están en la obligación de respetar la libertad de pensamiento, asociación y acción. Privarnos de ella constituye una verdadera violación a los derechos humanos. Sin embargo, debemos recordar que la libertad absoluta no existe. La libertad es la capacidad de escoger nuestras dependencias y dar cuenta de ellas.
7. La relación con nuestra propia conciencia ética. ¡El yo interior!
Otra dimensión profunda es el yo interior, o conciencia, que es aquella palabra/sentimiento que brota de nuestro interior dando un juicio de valor, positivo o negativo sobre los actos y actitudes de otras personas o de nosotros mismos valorándolos o recriminándolos.
La conciencia es lo más íntimo de toda persona, y por lo tanto, no puede ser violada por ningún medio, sea por medio de la tortura o el uso de fármacos.
La conciencia es la síntesis madura de lo que nos pide nuestro interior y de las exigencias sociales. Si solo hacemos caso a las motivaciones impulsivas del sujeto, podemos juzgar y actuar simplemente por capricho y por el contrario si solo actuamos movidos por la presión social fuéramos unos veleta sin personalidad propia.
8. La dimensión simbólico-cultural y del lenguaje.
El lenguaje es producto evolutivo y de la necesidad comunicativa que antecede a la palabra. Los primeros testimonios de humanidad aparecen cuando en obras de barro cocido, u otros testimonios históricos, se registran figuras con las que el autor quiere dar un significado, comunicar algo, sellar su identidad, sus deseos, recuérdese por ejemplo las pinturas en la cueva de Altamira España, que es una huella del arte rupestre, donde se condensa la capacidad de simbolizar y abstraer. Posteriormente, el lenguaje permitió y permite al ser humano comunitario expresar sonidos con sentido, con significado. La expresión “mamá” no es un sonido casi espontaneo que dicen los niños sino que es una expresión verbal que culturalmente se refiere y significa la progenitora del hablante. El “lenguajear” permite cultivar el vínculo con los miembros de una comunidad y humaniza cada vez más al ser humano. Más aún, un paso gigante se da cuando la palabra no solo es hablada sino puesta por escrito a través de unos gráficos con significado.
9. Relación o dimensión espiritual- trascendente.
La espiritualidad comienza desde la experiencia de interioridad y vivir la vida desde un marco de valores. Cuando la persona carga su interioridad desde unos valores que dan un sentido a su vida, se dice que es una persona espiritual, pero por otro lado, cuando las personas dan el salto a la experiencia de lo sagrado-religioso se abren a la experiencia de la trascendencia no solo biológica, o histórica sino trascendente trans-histórica.
Por eso, ninguna sociedad o estado puede prohibir cultivar esta relación, de hacerlo atentaría a algo propio del ser humano. Estas relaciones y dimensiones están allí, forman parte del ser humano, en primera instancia no son ni buenas ni malas. Lo que le hacen positivas o negativas son si estas se cultivan a favor o en contra de la persona. Así, la relación de una persona con la naturaleza o con otra persona será buena cuando se establecen relaciones de colaboración armónica, pero será mala cuando se da el dominio de uno sobre otro. A esto se llama valoración ética.
“Un camino de diálogo para el encuentro de San Juan de la Cruz con el mundo”
“La razón más alta de la dignidad de la persona humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. Desde su mismo nacimiento el hombre es invitado al diálogo con Dios. Existe, en efecto, porque Dios lo creó por amor y siempre lo conserva por amor. Y sólo puede decirse que vive plenamente en la verdad, cuando reconoce libremente ese amor y se entrega totalmente a su Creador” (GS 19)
El acercamiento a la GS, supone la primera antropología oficial en diálogo con el mundo moderno. La misma GS reconoce en materia antropológica: “Muchas son las opiniones que el hombre se ha dado y se da sobre sí mismo. Diversas e incluso contradictorias”(GS 12).
- GS, un diálogo sobre el hombre
Escribía el Cardenal Garrone: “en realidad todo el esfuerzo del Concilio ha estado acompañado profundamente de la conciencia de una antropología a construir o perfeccionar”.
- En diálogo con el mundo: GS es el primer documento conciliar que se dirige al mundo entero, a un mundo visto como “la entera familia humana con el conjunto universal de las realidades entre las que ésta vive; el mundo teatro de la historia humana, con sus fanes, fracasos y victorias” (GS 2). Comienza desde abajo. Desde “los gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los hombres de nuestro tiempo” (GS 1)
- Diálogos más evidentes:el diálogo con la tradición: “La Iglesia reconoce los muchos beneficios que ha recibido de la evolución histórica del género humano” (GS 44). Constitución del hombre: “el hombre, no debe, por tanto, despreciar la vida corporal, sino que, debe tener por buena y honrar a su propio cuerpo, como criatura de Dios que ha de resucitar en el último día” (GS 15). El pecado (13), y Deformación de la actividad humana por el pecado (37). Las últimas palabras de GS n. 13: “a la luz de esta revelación, la sublime vocación y la miseria profunda que el hombre experimenta hallan simultáneamente su última explicación”.Actividad humana:Dedica todo un capítulo a la actividad humana en el mundo (GS 33-39) es significativo. Al servicio del hombre: “La actividad humana, así como procede del hombre, así también se ordena al hombre. Pues éste, con su acción, no sólo transforma las cosas y la sociedad, sino que se perfecciona así mismo” (GS 35). En toda su profundidad, el hombre es imagen de Dios. Autonomía de las ciencias: “La libertad posee un valor que nuestros contemporáneos ensalzan con entusiasmo” (GS 17). El Concilio habla de una “justa autonomía”. Diálogo con la modernidad: sale al encuentro del tema: el tema de la subjetividad libre u autoconsciente. La famosa triada: libertad (17), igualdad (29) y fraternidad (32, preparadas y coronadas por la dimensión comunitaria de la persona (GS 24-26)”.
- Pneumatología y Antropología en GS
“El Espíritu del Señor llena el universo” (GS 11).El hombre no va solo por el mundo, ni siquiera por un mundo que parece condenado de antemano a la ausencia de Dios.
El Espíritu transforma la actividad humana (GS 38)la actividad humana es un capítulo importante en la antropología actual. El hombre es imagen de Dios también porque llamado a transformar el mundo mediante su actividad. La actividad humana está deformada por el pecado. La resistencia del hombre al Espíritu se manifiesta aquí de una manera clara.
El P. Rahner escribió casi inmediatamente después del Concilio “Dios por su gracia llega incluso allá donde no se ha erigido propiamente ningún altar a Dios. Si el Concilio vaticano II ha afirmado que Dios puede ser la salvación de quien con auténtica sinceridad y, por tanto, sin culpa, estima que debe ser ateo, también en la vida del cristiano Dios podrá estar allí donde se vive la vida del mundo con alegría, naturalidad, seriedad y valentía. Ese es el verdadero sentido de la “espiritualidad mundana”, de la que tanto se habla sin comprender siempre debidamente su sentido”. Quien se entrega a las tareas del mundo -de las entera familia humana- encontrará el caminoy la experiencia de la cruz y la vida nueva que de ahí surgirá.
No apagar el Espíritu de GS puede ser una consigna importante, sobre todo desde el momento en que la palabra Espíritu debe asumir ahí un doble significado: espíritu en cuanto talante, y espíritu en cuanto espíritu Santo a quien se introduce en el mundo con naturalidad, un mundo que es la entera familia humana, con sus afanes, victorias y fracasos (GS 2)
La Antropología del Espíritu
La obra de san Juan de la Cruz está atravesada por la tensión entre el hombre viejo, nacido “de la voluntad de la carne, del albedrío de la habilidad y la capacidad natural” (2S 5,5) y la nueva criatura engendrada por la transformación participante en el amor de Dios. su antropología religiosa es esencialmente escriturística y más específicamente paulina, no sólo en su inspiración cristológica, sino en el mismo ritmo y desarrollo de la transformación: “De donde es de saber que lo que aquí el alma llama muerte es todo el hombre viejo, que es el uso de las potencias memoria, entendimiento y voluntad, ocupado y empleado en cosas del siglo y los apetitos y gustos de criatura. Todo lo cual es ejercicio de vida vieja, la cual es muerte de la nueva, que es la espiritual” (Ll 2,6).
- El primero es el viejo Adán, mera “alma viviente”, según el texto paulino (1Cor 15,45), “que todavía vive con apetitos y gustos naturales” (Ll 3,4) y “arrimado a la habilidad y discurso natural para ir a Dios” (Ll 2,2).
- El segundo, participa en el misterio de Cristo como “espíritu vivificante”, “al que no se llega sin que el “sentido corporal con su operación sea negada y dejada aparte” (Ll 2,2). Por “sentido corporal” no deben entenderse aquí propiamente una facultad, sino una orientación dinámica de la existencia. “porque en esto va sacando esta Noche al espíritu de su ordinario y común sentir de las cosas, para traerle al sentido divino, el cual es extraño y ajeno de toda human manera”.
Ambos sentidos afectan al sujeto humano en su unidad e integridad. La tensión fundamental que atraviesa el discurso religioso sanjuanista no constituye una diferencia de condición o estado, sino de orientación o sentido. Se comprende que el tránsito de una a otra forma o modalidad de existencia se haga mediante la experiencia anonadadora y transformadora de la “noche” (1S 2,1.5), a impulso de la fe, que, a la par que ciega o entenebrece el sentido ordinario de ver las cosas, alumbra y esclarece al alma en el nuevo sentido de lo divino. “El espíritu ya perfecto no hace caso del sentido ni recibe por él” (2S 17,6), o dicho a la inversa, “la parte sensitiva no tiene habilidad para lo que es puro espíritu” (1N 9,4). La expresión “puro espíritu” remite a un espíritu purgado o purificado, mediante la noche del sentido, de toda adherencia al apetito y la imagen (2N 7,5 y 9,11), pero supone a la vez un acto de espíritu no mediado por la sensibilidad. El espíritu es capaz de Dios; el espíritu es el sentido de lo divino, al igual que el sentido ordinario o común lo es de lo mundano (2N 9,5). La experiencia del centro es la experiencia de una interiorización indefinida, que sólo con la muerte cumplirá sus posibilidades de profundización” H. Sansón. Su centro está radicalmente abierto como un corazón herido. En su fondo se abre al abismo.
Perspectiva Antropológica en los estudios sanjuanistas
San Juan de la Cruz ha ahondado como pocos en el misterio del hombre y de la realidad humana. Lo ha hecho, además desde la óptica del hombre como ser relacional, que es la óptica preferida, tanto por las modernas antropologías filosóficas, como por la actual antropología teológica.
En realidad, la verdadera comprensión del hombre según S. Juan de la Cruz abarca cuatro aspectos: teologal, místico o experiencial, moral, psicológico.
El Misterio del hombre
La concepción del hombre como espíritu encarnado, como sujeto personal, abierto al misterio religioso y, más concretamente, al encuentro dialogal con el Dios de la revelación.
Valoración de la Persona: Dimensión “Humanista”
La dimensión “humanista” de la antropología sanjuanista, se convierte en uno de los máximos criterios de discernimiento de las verdaderas o falsas antropologías, según estén o no al servicio de la realización integral del hombre.
La doctrina sanjuanista es de signo claramente humanista. Se basa en los siguientes postulados:
- El hombre es el valor supremo de la creación, en la que ostenta un doble primado: ontológico y axiológico;
- No es, una entidad más entre las otras; difiere cualitativamente del resto de los entes;
- Las nociones de “sujeto”, “persona”, “libertad”, son absolutamente prioritarias y anteriores a nociones como “sistema”, “estructura”, “sociedad”, etc.
- La historia no es producto de leyes biológicas, estructurales o sociales, sino obra de la responsabilidad del hombre
“Imagen de Dios” y dignidad humana
Destaca, la idea de la imagen de Dios reflejada en el hombre como criterio básico de la dignidad especial, casi sacra, de la persona humana: “en sí es una hermosísima y acabada imagen de Dios (1S 9,1=utiliza “alma” por “hombre”). En 2S 5,3: “está Dios siempre en el alma dándole y conservándole el ser natural de ella con su asistencia”.
El ser del hombre permanece aun cuando llegue a perder la gracia y aun en el caso de que llegue a la máxima degradación, porque continúa siendo imagen de Dios por el hecho mismo de existir (cfr. C 1,8; cf. 1S 9,1).
En los Romances sobre la creación, se describe el proyecto divino de crear seres inteligentes, capaces de conocer y amar las maravillas de Dios y de tomar parte en la vida trinitaria. Todo ello se lleva a cabo en Cristo (R 2,3 y 4 Son de gran riqueza antropológica).
El hombre está llamado a perfeccionar esta “imagen” en una comunión de amor esponsal, para el cual fue creado.
La perfección de esta imagen culmina en la transformación en Dios, por la que el alma aspira en el padre y el Hijo al Espíritu Santo (cfr. C 39,4).
“Alma-espíritu”: referencia al Absoluto
La idea del “alma” y “espíritu” es clave en la antropología sanjuanista. Concepto de “alma” destaca la singularidad de lo humano y expresa su autotrascendencia hacia lo nuevo, lo distinto, lo ontológicamente más rico y superior: hacia el Absoluto.
La idea de alma-espíritu se contrapone normalmente a la de cuerpo-sentido y es asociada generalmente a la de una espiritualidad desarraigada de las raíces más profundas del ser humano. Con frecuencia se ha propuesto la espiritualidad sanjuanista como una espiritualidad desencarnada y deshumanizadora; en definitiva, antihumanista. La profundidad de su doctrina sobre el alma precisamente desautoriza esta interpretación.
Para el santo, el alma es el más profundo centro del hombre, el fondo de su ser, su íntima sustancia (cfr Ll 3,59; 4,14; 1,1; 2S 17,6; 2N 9,3; 23,4). Es el único ser de la creación que posee una dimensión esencial de interioridad, que pertenece al proceso de desarrollo de su personalidad.
La “sustancia del alma” tiene un centro, que es Dios, y un fondo que es Dios. “La íntima sustancia del alma” o “la sustancia del espíritu” es el lugar donde se esconde Dios (C 1,6). En el horizonte del propio misterio del hombre aparece siempre el misterio de Dios como instancia suprema. Este dato es fundamental para la comprensión cristiana del hombre y constituye el punto de arranque de toda antropología teológica.
Una de las dimensiones fundamentales de la antropología sanjuanista y de toda antropología ha sido constatar que:
- La verdadera comprensión del hombre y de su dimensión “humanista” es inseparable de su condición teologal, esto es, de su relación personal con Dios;
- Esta relación, aparte de ser gracia, radica en el mismo ser de la persona humana, abierto a la trascendencia y con capacidad para recibirla.
“De ahí se desprende la dimensión no solo “humanista” sino histórica y social de la teología y de la espiritualidad, cuando aborda temas como “alma”, “espíritu”, que aparentemente poco tienen que ver con la compleja realidad humana. Por eso San Juan de la Cruz es buscado no sólo por los que “andan a vueltas con las cosas de Dios”, sino también por los que “andan a vueltas con las cosas del hombre” (Cf. J.L. Ruiz de la peña. La nuevas antropologías…, p. 230)
Realización integral del hombre
La visión que San juan de la Cruz nos da del hombre es mucho más unitaria de cuanto a primera vista puede parecer.
El hombre no es un compuesto de alma y cuerpo, de espíritu y materia, considerado como sustancias separadas; sino alma encarnada y corporeizada o cuerpo animado; es decir, una realidad única que llamamos “hombre”. El hombre entero es, en definitiva alma y a la vez cuerpo. Es alma en cuanto totalidad, dotada de interioridad; es cuerpo en cuanto que tal interioridad se visibiliza, se comunica y se despliega históricamente en el tiempo y en el espacio.
Si no es posible purificar totalmente el sentido hasta que no se purifique el espíritu, se debe al mismo principio: “por la comunicación que hay de la una parte a la otra, por razón de ser un solo supuesto” (2N 1,1)
La unidad personal es uno de los postulados fundamentales de la antropología sanjuanista. Bajo tres alegorías presenta la unidad personal del hombre: “el caudal del alma”, “la montiña”, “la ciudad y sus arrabales”.
- “El caudal del alma” comprende al hombre entero en su ser natural, compuesto de alma y cuerpo, y con su complejo mecanismo: parte sensitiva, parte racional o espiritual, habilidad natural y racional (C 28,4; cf. n.3).
- “La Montiña” es un concierto natural en que se mueven las diversas zonas (inferior y superior) de la persona en su actividad psíquica (cf C 16,10)
- “La ciudad y sus arrabales” designa al hombre como una gran ciudad, en la que se distinguen dos partes: una más interior, equivalente al casco de la ciudad; otra más exterior, que semeja a los arrabales de la misma (cf C 18,7)
Pluralidad de dimensiones
La persona es esencialmente relacional o dialogal. Esta dimensión comprende sus relaciones con las cosas, consigo misma, con los demás hombres y con Dios.
El hombre no alcanza su equilibrio y perfección, mientras “no ponga rienda y silencio a todas las pasiones y potencias, así sensitivas como espirituales” (C 19,1). Ello se consigue cuando la parte sensitiva, “reformada y purificada”, está “conforme a la espiritual, de manera que no sólo no estorbe, mas antes se aúne con el espíritu participando de sus bienes” (C 40,1)
No hay conocimiento natural sin el concurso del sentido y de la razón (C 19,5). Todas las formas y noticias particulares llegan al entendimiento por “los arcaduces” de los sentidos.
En las más altas cumbres de la experiencia mística se entrecruzan hasta el punto de borrarse toda línea divisoria: ya no es conocimiento y amor, sino noticia amorosa (C 36 y 38).
No se da purificación del sentido mientras no se realiza la del espíritu (cf 2N 3,1).
Lo que el santo pretende en este proceso de purificación es la integración de la persona humana en la perfecta unidad que le corresponde. Es, por tanto, un proceso de unificación y de personalización, tarea primordial de toda antropología que se precie de ser realmente tal.
La Utopía del Hombre total: su realización trascendente y teologal
Dentro del marco de la antropología cristiana, la dimensión trascendente y teologal es un postulado básico. Constituye el horizonte de la verdadera comprensión del hombre, que sólo puede entenderse desde el fin último y trascendente a que ha sido llamado, que es la comunión con Dios, “la razón más alta de la dignidad humana”.
Para Juan de la Cruz el hombre es esencialmente relación a Dios, por cuyo amor se siente solicitado, de manera que sólo en el seno de este amor pueda definirse.
El encuentro personal con Dios, como significado último y plenificante de la existencia, nos dará la interpretación definitiva de la dimensión trascendente de la persona, que en la antropología sanjuanista es esencialmente teologal.
“En la Subida y en la Noche se describe el movimiento de trascendencia en que el hombre, mediante purificaciones progresivas que afectan primero a los sentidos y después al espíritu, sale de un modo de vivir ocupado y vertido al mundo material a un modo nuevo de actividad”.
Juan de la Cruz se desmarca claramente de todo idealismo o de cualquier forma de proyección psicológica. Es espíritu humano, es capaz de proyectarse al infinito porque está ya desde lo hondo de su ser –desde su “centro”- poseída por el infinito, atraída y dominada por él.
Dios “engrandecedor” del hombre
Uno de los aspectos más destacados de la antropología cristiana es la dimensión teologal del hombre, su relación completamente singular con Dios.
El rasgo común a toda orientación “personalista”, tanto filosófica como teológica, y que más se ha destacado en las últimas décadas, es el dialógico o relacional. El concepto de persona no es concepto sustancial, sino relacional. Es decir, que la persona se constituye como tal en la relación de encuentro con el tú.
El yo tiene que abandonar cualquier pretensión posesiva, como la que adopta frente al mundo de los objetos (la verdadera realización del hombre se encuentra, en la relación y encuentro personal; no está en el tener sino en el ser, y se es en la medida en que uno es capaz de actuar su dimensión esencialmente relacional. Cfr J. Lacroix).
Basados en esta concepción dialógica de la persona, la antropología personalista, presenta toda relación humana como signo y llamada a la relación con el Misterio. La dimensión dialógica no se agota en la relación con el tú humano, sino que se recorta en un horizonte de relación con el tú absoluto o el tú eterno (el verdadero fundamento de la trascendencia humana para el personalismo es la estructura dialogal de la persona. Cfr Martin Buber, Yo y Tú).
Algunos teólogos (H de Lubac, K. Rahner y J. Alfaro). Dentro de sus lógicas diferencias, coinciden en declarar al hombre como criatura abierta al infinito, al misterio, bajo la denominación de “naturaleza espiritual” (Lubac), “creatura espiritual” (Alfaro), “apertura” (Rahner). El hombre es apertura al misterio absoluto de Dios, cuya comunicación en modo alguno puede exigir, sino que sólo puede recibirla como don.
No podemos entender en último término el ser personal, en su dimensión esencialmente dialogal, si no es teologal y teológicamente.
San Juan de la Cruz afirma el dinamismo trascendente y teologal del ser humano cuando escribe: “si el alma busca a Dios, mucho más la busca su amado a ella” (Ll 3,28). Y presenta a Dios como “engrandecedor” del hombre: “como el fin de Dios es engrandecer al alma…, ensánchala y deléitala” (Ll 2,3)
La llamada del hombre a la relación personal con Dios no viene postulada por la dimensión trascendente de la estructura relacional de la persona; antes, al contrario, es la que fundamenta ontológicamente esa misma estructura relacional o dialogal.
Donde no se reconoce a Dios como razón última del hombre, peligra el valor absoluto de la persona. Y viceversa, donde no se reconoce el valor absoluto del hombre y se respeta su estructura esencialmente dialogal, tampoco se reconoce la realidad suprema que lo constituye.
“El fin para que fuimos creados” y predestinados en Cristo
El fin último del hombre, para el que fue creado, es la unión con Dios: “Al fin, para este fin de amor fuimos creados” (C 29,3).
El proyecto creador del Padre
El proyecto de Dios sobre el hombre no se limita a la simple voluntad creadora. Quiso para él algo mejor: hacerle partícipe de su amistad, llamándole a la comunión personal con él.
El Doctor místico define este movimiento de comunión, que finaliza la vocación del ser humano, como “pretensión” o fuerte deseo fundado en cierto derecho: “Esta pretensión del alma es la igualdad de amor con Dios, que siempre natural y sobrenaturalmente apetece, porque el amante no puede estar satisfecho si no siente que ama cuanto es amado” (C 38,3).
El fin para el cual fuimos creados y predestinados no es para una simple relación creatural con Dios, sino para la comunión con él en su más íntima y realidad personal trinitaria. Para esto “la crió a su imagen y semejanza”.
El hombre, destinatario y agente de comunión con Dios
Toda palabra reveladora de Dios es reveladora del hombre. El hombre es relación a Dios. Y es lo que es su relación Dios.
- Etapas del hombre histórico
Tres etapas que lo constituyen y conforman y que nos dan su dimensión completa: hombre creado, pecador, redimido.
El pecado, obra del hombre, turba la creación primera y queda como amenaza de la obra de redención cumplida por el Dios Trino en el envío del mundo del Hijo:
“Y aunque tres hacen la obra
En el uno se hacía” (R 8)
La gracia de la redención y la realidad de las consecuencias y frutos del pecado darán a la vida humana un carácter de lucha dura y sostenida entre “contrarios amores”, y el que le amenaza con hundirlo en una existencia disminuida, infrahumana. El empeño del hombre, al que le apremia la gracia de redención, lo presenta al santo como un proceso de auténtica recreación.
- El hombre creado
Creado por Dios y para él: solamente para sí” (C1,1; Cta 12). “Para este fin de amor” fuimos creados (C 29,3). Desde el “momento” primero de la creación, desde el nacimiento, el hombre es llamado a la comunión de vida con Dios.
Se da una “pretensión natural”, un impulso, que “levanta” al hombre a “la igualdad de amor con Dios”. “Esta pretensión del alma es la igualdad de amor con Dios, que siempre ella natural y sobrenaturalmente apetece, porque el amante no puede estar satisfecho si no siente que ama cuanto es amado” (C 38,3), creado por Dios a su imagen y semejanza “para que pudiese venir a esto” (C39,4): a la transformación plena en la Trinidad.
El hombre creado, trascendente a todo lo creado, también a sí mismo. Su alimento es Dios, y todo lo demás son “meajas” que no satisfacen su hambre (1S 5,3; D 26; C 6,4).
Enriquecido de “los mismos bienes de Dios”, llamado a la existencia con la finalidad de hacerlo partícipe de la misma vida de Dios. El “proyecto” divino ha quedado, con sobriedad y acierto, “fijado”poéticamente en los Romances: crea por el Hijo “una esposa”
“Que por tu valore merezca
Tener nuestra compañía
Y comer pan a una mesa
De el mismo que yo comía” (R 3)
“Y que Dios sería hombre
Y que el hombre Dios sería” (R 4)
“Que, como el Padre y el Hijo
Y el que de ellos procedía
El uno vive en el otro,
Así la esposa sería
Que, dentro de Dios absorta,
Vida de Dios viviría” (R 4)
De la creación arranca el movimiento irrefrenable del hombre a Dios, su gravitación existencial, su pasión y apetito por Dios, único alimento que puede apagar su hambre.
- El hombre caído
Pero ese “primer” plan divino lo rompió el hombre. El pecado original lo hundió en una situación de esclavitud (1S 15,1; C 18,1-2), marcándole de “rudeza natural” (2N 2,2; C 32,8), produciéndole “estrago y perdición” (C 23,2), un enorme “desorden de la razón” (1S 1,1). Aunque añadirá, que “en cuanto al ser natural (el alma) está tan perfecta como Dios la crió” (1S 9,3).
Porque le falta Dios, “luz y objeto del alma” (Ll 3,70), el hombre dominado por el pecado –“los apetitos”- deviene ignorante, “ciego” y “sordo”, : de tantos bienes de Dios”. (C 39,7).
El hombre histórico, se encuentra dominado por los “apetitos”: fuerzas ciegas, insaciables que rompen al hombre, desvocacionándolo y convirtiéndolo en peregrino de su propia destrucción. Los “daños” que le causan los “apetitos” son muchos. El santo los reduce a cinco: cansan, atormentan, oscurecen, ensucian y enflaquecen (1S 6,5).
Los apetitos oscurecen. Con firmeza asegura: “el apetito, en cuanto apetito, ciego es”. “De aquí es que todas las veces que el alma se guía por su apetito, se ciega” (1S 8,3). El apetito “es la ceguera del sentido razonal y superior” (Ll 3,72). Cuando se erige en “guía”, motivo del comportamiento humano, lo desnaturaliza: ya no es humano. Y, por tanto atenta contra la misma persona, la degrada y la arrastra a niveles de vida infrahumana, envolviéndola en una espiral de insatisfacción creciente que tiene mucho que ver con una relación con los demás (Dios, personas, cosas) superficial y externa, puramente accidental.
“Adquiere más, en el desasimiento de las cosas, clara noticia de ellas para entender bien las verdades acerca de ellas, así natural como sobrenaturalmente; por lo cual las goza muy diferentemente que el que está asido a ellas…; porque éste las gusta según la verdad de ellas, esotro según lo peor; éste según la sustancia, esotro, que ase sus sentido a ellas, según el accidente; porque el sentido (= el hombre sensual) no puede coger ni llegar más que al accidente, y el espíritu (= el hombre espiritual), purgado de nube y especie de accidente, penetra la verdad y el valor de las cosas” (3S 20,2).
“El gusto es variable” (3S 29,2), “el gusto sensible no es constante” (ib., 41,2); “estos nunca perseveran en un lugar… se les acaba la vida en mudanzas de estados y modos de vivir” (ib., 41,2). El apetito “es insaciable” (1S 6.6; C 34,4), “causa más hambre”, “mayos vacío” (1S 6.6).
- El hombre redimido
Dios-amor, “fracasado” como creador por la rebelión del hombre, no sólo no se rinde ante el rechazo de éste – “la única creatura que amó por sí misma“ (GS 24)-, sino que vuelve a una presión amorosa definitiva redimiendo y rescatando al que creó a su imagen y semejanza de la postración y abajamiento a que la condujo su soberbia.
La humanidad será “levantada” de su bajeza y “engrandecida”, “rescatada”del pecado y esclavitud (R 7)
“y porque ella vida tenga
Y por ella moriría
Y sacándola del algo
A ti te la volvería”(R 7)
El “levantamiento” del hombre se produce por el misterio de la Encarnación. En él contempla Juan de la Cruz la obra salvífica de Jesús. En el árbol de la cruz “alzó las treguas que del pecado original había entre el hombre y Dios” (C 23,2), “levantamiento de tu bajo estado en mi compañía y desposorio”. Es el “desposorio” “al paso de Dios”, que se cumple en el bautismo (C 23,6), en el que se nos da todo en el Hijo (25,22, 3-5; D 26).Cristificar nuestra existencia, conformarnos a Dios hecho hombre para que nosotros hombres, llegáramos a ser Dios. por gracia, no por conquista.
- ESTRUCTURA DEL HOMBRE
Dejará constancia de la unidad indestructible del hombre. Dada esta unidad, las “dos partes” o “porciones” (C 16,10; 18,3) que lo constituyen tienen “natural comunicación “ (C 18,7; 2N 1,1). A esas dos partes llama el santo “sensitiva y espiritual” (2N 24,2; 2S 7,11; 1N pról.., 1). “inferior y superior-razonal”, “sustancia sensitiva y espiritual” (2N 6,4).
Esta división es de origen. Y el hombre la vivía en armonía (C 16,10; 3S 26,5; C 26,14; 2N 24,2). Armonía que se irá restableciendo en el camino de la unión hasta su culminación total. No hay destrucción ni aniquilamiento; hay recreación, “reducción” de cada una de esas partes a su ámbito propio, el que le viene dado de su constitución.
- “Parte sensitiva”
En esta “se incluye el cuerpo con todos sus sentidos y potencias, así interiores como exteriores” (C 28,4). “Sensualidad”, como fuerza viva que lleva a actuar al hombre, llama Juan de la cruz a esta parte sensitiva, mejor al hombre, a la totalidad de la persona que obra presionado, a impulsos de la parte “menos digna” de su yo (1N 4,2). “Porque hasta que los apetitos se adormezcan por la mortificación en la sensualidad y al misma sensualidad esté ya sosegada de ellos, de manera que ninguna guerra haga al espíritu…” (1S 15,2). Sensualidad, como forma de ser y actuar.
Hombre sensual es “el que usa sólo del sentido” (2S 19,11) como motor de su comportamiento, prescindiendo, de que los objetos o campos sobre los que recae su actividad sean materiales o espirituales, profanos o sacros. No es el objeto el que hace al hombre sensual, sino el impulso, la fuerza que dirige su comportamiento.
“Sensual” es el hombre en el que “el sentido se hace juez y estimador de las cosas espirituales” (2S 11,2). De este hombre sensorial dice:
- “infaliblemente se engaña” (Ll 3,73), o pierde “infaliblemente el espíritu puro” (3S 22,2); “es imposible que… pueda juzgar de las cosas de Dios ni entenderlas razonablemente” (ib., 11).
- “en tanto que el alma se sujeta al espíritu sensual, no puede entrar en ella el espíritu puro espiritual” (1S 6,2). El sentido “no tiene habilidad para lo que es puro espíritu” (1N 9,4; C 19,5; Ll 3,54).
El sentido “no puede llegar más que al accidente” (3S 20,2). Por eso, la parte sensitiva hay que purificarla, enfrenarla”, “ponerla en razón” (C 20,4), a fin de que no pase los límites de su región” (C 18,3), y esté sujeta y rendida a la superior” (C 20,1), hasta poder participar, “a su manera”, de las comunicaciones espirituales (C 40,5). La parte sensitiva “no acaba de perder su resabio” hasta el matrimonio espiritual (C 15,20).
- “Parte espiritual”
O “parte superior”, “que es la racional” (2S 2,2), “parte interior” (C 18,7), o, simplemente, “el espíritu” “que es la porción superior del alma”, que “tiene respecto y comunicación con Dios” (3S 26,4; 2S 4,2).
Este espíritu tiene “potencial naturales” (2S 6,6; 14,12; C 16,11): memoria, entendimiento, voluntad. Esta potencias no conocen nada si no es por el sentido (1S 3,3; 2S 3,2; 8,4; 16,2-4; 17,3). “el alma no puede de suyo obrar nada si no es por el sentido corporal” (Ll 1,9; 3,66). El “sentido es “puerta” y “ventana” para el espíritu (3S 23,3; 1S 3,3).
- El hombre, capacidad infinita
La capacidad receptiva del hombre es infinita. Es “potencia para lo sobrenatural” son las virtudes teologales infundidas “sobrenaturalmente” por Dios, y que dan al hombre una “estructura fundamental” de apertura real, ontológica para lo divino, para los sobrenatural. Le dolerá siempre que se bloquee, o que positivamente no se colabore con Dios, por una visión miope y desviada de la vida espiritual (2S 17,8)
A esta capacidad de infinito consagra el comentario del verso de Llama “las profundas cavernas del sentido”: “estas cavernas son las potencias del alma…, las cuales son tan profundas cuanto de grandes bienes son capaces, pues no se llenan con menos que infinito” (3,18. Poco más adelante volverá a escribir: “Es, pues, profunda la capacidad de estas cavernas, porque lo que en ellas puede caber, que es Dios, es profundo e infinito; y así será en cierta manera su capacidad infinita, y así su sed es infinita, su hambre también es profunda e infinita, su deshacimiento y pena es muerte infinita” (ib., 22)
“El centro del hombre es Dios, al cual cuando ella hubiere llegado según la fuerza de su operación e inclinación, habrá llegado al último y más profundo centro suyo en Dios, que será cuando con todas sus fuerzas entienda y ame y goce a Dios” (ib., 12)
Y “sobrenatural” es el “único medio próximo”, la fe-esperanza-caridad, por el que a la vez que se libera de todos los impedimentos y obstáculos que le vienen de su obrar natural, de los apetitos y afecciones desordenadas, se une a Dios en soledad y trascendimiento de todo lo que no es Dios en sí mismo. Y no es Dios en sí mismo lo que no es fe-esperanza y amor.
“El obrar divino” alcanzará todo su esplendor y fuerza en la unión perfecta, por cuanto el hombre estará “ya movido e informado de otro más alto principio de lumbre sobrenatural de Dios” (Ll 2,34; 3,71; 3S 2,8.16). es la obra de la fe que “vacía y oscurece al entendimiento de toda su inteligencia natural” (2N 21,11)
“El hombre espiritual” es un creyente, un hombre de vida teologal. Es “el que no se ata ni guía por el sentido” (3S 19,11); “al que levanta a Dios la voluntad llama san pablo espiritual” (3S 26,4), el movido por el Espíritu de Dios” (Ll 2,34; 2S 5,5).
Bellísima catequesis en una carta: “Los bienes inmensos de Dios no caben ni caen sino en corazón vacío y solitario; por eso la quiere el Señor, porque la quiere bien, bien sola, con gana de hacerle él toda compañía. Y será menester que usted advierta en poner ánimo en contentarse sólo con ella (con esa compañía de Dios), para que en ella halle todo contento” (Cta 15).
Dios, exigencia y plenitud del hombre
El hombre y Dios en la obra sanjuanista no pueden estudiarse por separado. Toda afirmación acerca de Dios halla su eco en el hombre. Este lenguaje sublime no es posible sin una previa purificación del yo y cada una de sus facultades. Hoy numerosas antropologías se elaboran prescindiendo de Dios, convencidos de que constituye un verdadero obstáculo para la madurez humana. Juan de la Cruz sitúa su discurso en el interior de la revelación y a partir del proyecto de gracia con el que Dios se dirige al ser humano (cfr. C 22,3.6; D 16.39.85).
- Dios es la clave del Hombre:Tal fuerza tenía Dios para él, y con tanta originalidad nos lo ha revelado, que afirmamos que Dios es un poco distinto después de san Juan de la Cruz. Su análisis de depuración implacable y continua de toda imagen y sentimiento, necesariamente debe ser asumido ya por cualquier otra metodología teológica. Es un verdadero profeta del Dios vivo y sin mitos. Recientemente se ha puesto de manifiesto la dimensión ecológica de su vida y de sus libros (Rev. de Espiritualidad 46 (1987), pg. 109-133.).
- Algunos rasgos elementales de la Antropología Sanjuanista:Aunque el santo se mueve en la filosofía de su tiempo y de su ambiente, la experiencia religiosa que padeció le hizo descubrir nuevas potencialidades que, al menos desde un sentido práctico, le llevan a sobrepasar esa mentalidad, abriendo su concepción del hombre a nuevas posibilidades. El hombre se convierte en pura receptividad. Apertura total a Dios que viene, marcha rauda desde sus raíces y desde cada una de sus capacidades hacia él. La gracia, Dios mismo, terminará invadiendo ese microcosmos que parece una colmena en incansable actividad. Esto tendrá lugar con la consecución del matrimonio espiritual (cfr. C 26,1). Hacia ese punto viene caminando el hombre desde antes de nacer y sin posibilidad de reposo: “Por lo cual nunca descansa el alma hasta llegar a él” (C 22,6). La purificación total sólo tendrá lugar cuando alcance lo más puro del espíritu, en el que se asienta la raíz del sentido (2N 1,1).
En la canción 18 expresa magistralmente esta intercomunicación al comentar el verso “Mora en los arrabales”. Tener en cuenta este texto (1N 4,2). Juan ha intuido cosas que la antropología de su tiempo no enseñaba. Pero el hombre está profundamente condicionado por la culpa. El pecado original es un presupuesto esencial para entenderle (1S 15,1). La meta está en sobrepasar tal situación (3S 26,5). Se impone un largo proceso de purificación, previo al encuentro pleno, que tendrá lugar cuando cada una de las facultades y el hombre entero se hallen dispuestos. No es posible conseguir esta transparencia sin que el ser humano experimente lo doloroso de la luz de Dios que intenta iluminar los rincones más recónditos (cfr. 2N 6,2). El pecado original y sus desviaciones han dejado huella tan profunda que el proceso purificatorio se encamina a realizar una verdadera recreación. El hombre goza de la posibilidad de abrirse a Dios, por hallarse inhabitado por lo divino.
Los Romances enseñan que Dios no ha roto con él, su proyecto grandioso sigue adelante. El Hijo, para restituirle al proyecto primordial, ha venido a redimirle de su existencia pecadora. Y será el amor desbordante de Dios quien le ponga en movimiento para salir a su encuentro (C1,1)
El hombre goza de la posibilidad de abrirse a Dios, por hallarse inhabitado por lo divino. Es el mismo Dios quien tira de él para que le busque. Dios habitando en el hombre es otro elemento esencial de su antropología (C 1,6). La entera estructura de Llama se desarrollará teniendo como fondo tan grandiosa verdad. Desde aquí se explica la tendencia irresistible al diálogo con Dios como otro elemento esencial de la antropología de nuestro autor.
El consejo sanjuanista a quien ansiosamente busque a Dios va, precisamente, en esta dirección: “!Oh pues, alma hermosísima entre todas las criaturas…, ya se te dice que tú misma eres el aposento donde él mora” (C 1,7). Ese movimiento a la trascendencia, consistirá en la orientación de la vida según el proyecto moral de Dios. se entra en el interior a través del cumplimiento de la voluntad divina. Y aquí introduce Juan de la Cruz una nueva dimensión: la de Cristo, en quien el hombre ha sido creado y donde Dios nos hace accesibles.
El Hombre encuentra a Dios en Cristo.- el matrimonio espiritual es el principio de una relación que ya no tiene final. La canción 37 del Cántico B descubre uno de esos momentos en los que el encuentro con Dios en Cristo es desbordante (C37,5). En Cristo el hombre experimenta a Dios.
- Rasgos Fundamentales del Dios SanjuanistaParece imposible que Dios pueda ponerse en comunión íntima con su criatura (2S 20,5). Ya se deja entrever que la inmensa distancia que les separa va a exigir todo un largo y doloroso proceso que afectará muy vivamente al ser del hombre. La distancia será uno de los acicates que movilice al alma para salir de sus estrechos límites en pos del Dios, que desde las consideraciones humanas se revela como la auténtica meta en que el hombre puede explayar todas sus capacidades para encontrar su plenitud.
Dios, en sí mismo, es una auténtica noche para el hombre en esta vida (2S 2,1), ya que tenemos sólo verdadero acceso a él por medio de la fe, que nos le revela más allá de nuestras facultades.
A pesar de la inmensa e infinita distancia, Juan de la Cruz no ha dudado en emplear discretamente la imagen materna para referirse a Dios (C 27,1). No menos expresivo es otro texto de Noche (1N 1,2). La noche sanjuanista es el seno materno de Dios donde surge el hombre nuevo. Dios se convierte así en madre en la noche. La noche se torna materna, acogedora y silenciosa. Es sumamente delicado con su criatura a la que conduce hacia sí ordenada y suavemente ( 2S 17,2)
Dios vive apasionado por ella: “Si el alma busca a Dios, mucho más la busca su Amado a ella” (Ll 3,28)
- Aproximación del hombre a Diosel santo tiene como meta sobrepasar la apariencia de lo real para descubrir a su autor. Este salto afecta a las facultades humanas y a la misma realidad revelada por Dios. Subida y Noche plantean con toda crudeza esa transposición a la que también se aludirá constantemente en Cantico y Llama.
Dios mas allá de la corteza de las cosas: el hombre se halla abierto de par en par a la realidad exterior a través de sus sentidos y potencias. Mediante ellas pretende la empresa imposible de alcanzar a Dios. Cada potencia por sí misma y todas juntas buscan un absoluto.
Búsqueda del Absoluto en la revelación: Las cosas se han convertido en mera evocación, pero no ha hecho presente al Amado. El hombre ahora debe sumergir su existencia en la revelación de Dios. El autor las concentra en las virtudes teologales.
El hombre pide a gritos entrar en la noche: la noche sanjuanista es el intento de Dios por entrar de verdad en el hombre, traspasando sus condicionamientos. Dios viene a su propio modo. Por primera vez trata Dios a su criatura de igual a igual.
- La unión con Dios: la unión no tiene lugar solamente al final, ya se da también al principio del camino, aunque, como es natural, en menor intensidad. Mediante ella, las facultades humanas son elevadas a un nuevo estado; la unión alcanza lo más recóndito del yo. El hombre se siente lleno de Dios.
La unión es un proceso creciente. Todo el ser se va empapando de Dios (C 27,7). No hay aniquilación sino transformación.
- Dios fuente que mana y corre en la Noche:experiencia profunda si, altísima, pero oscura, porque “por más alta que sea esta noticia, todavía es noche oscura en comparación de la beatífica que aquí pide (C 39,13).
Unión del Hombre con Dios
En el plan divino y en la intención del Santo, cuando hablan de relaciones, lo primero es el tú a tú personal. El proceso espiritual sigue, progresiva depuración, interiorización, en conformidad con la pedagogía ordinaria de la gracia.
Dios es quien recrea, diviniza, une al hombre consigo. “¿Cómo se ;levantará a ti el hombre, engendrado y criado en bajeza, si no le levantas tú, Señor, con la mano que le hiciste?”, canta el alma enamorada.
- Frente a frente
¿Qué no hace el hombre por desviar la atención y cambiar el punto de mira? Inventas mil pretextos que le eviten el esfuerzo penoso de tener que empeñar sus relaciones con un ser y un mundo invisibles.
Este diálogo humano perdura siempre y es constructivo, incluso en el campo religioso. Necesitamos ocuparnos de Dios, hacerle intervenir en ese negocio tan humano y personal que se llama a veces perfección y otras felicidad.
El espíritu humano prefiere naturalmente estas formas asequibles, que le llenan el vacío del corazón y le acarician las heridas con mano amiga. Por otra parte, la libertad se encuentra más a su gusto entre iguales e inferiores, donde puede dar normas y, si le conviene, desentenderse.
Otra vía de perfeccionamiento sin mirar a Dios, sería el pensamientoDomina el mundo entero. Posee virtudes humanas, equilibrio moral, evita excesos: irreprochable. Hombre acabado y, en nuestro lenguaje, perfecto. A nadie pide ni debe nada. ¿Qué puede faltarle?
Dios para nosotros, es un Ser personal, que habla y ama como persona y pide respuesta en el mismo plano. Dios ha venido, se ha dado en su trinidad personal al hombre, para vivir de manera permanente en él. Esto significa que quiere amor directo, relaciones personales, intimidad.
Pero… Dios no llena los sentidos, ni despierta el interés y la emoción de ciertas zonas del alma humana. Lo más doloroso es que Dios es Dios y no un hombre. En muchos momentos de soledad le necesito y le hablo, y me parece no escuchar. Otras veces quisiera escuchar yo una palabra suya, y El calla.
San Juan de la Cruz, hondamente sensible al lenguaje de la naturaleza, mantiene la postura teologal en vida y sistema. Le gusta que entre personas las relaciones sean sinceras e inmediatas (2S 16,9; C 22,8).
A este diálogo, con palabras o sin ellas, en obras y en afecto, decide llamarlo unión. Unión de amor, unión del alma con Dios, unión divina.
Ahora le dice, la consigna sanjuanista: Hay que salir de casa, buscar al Amado, entregarse. Dios toma la iniciativa y viene al encuentro. “!Oh Señor. Dios mío, quien te buscará con corazón puro y sencillo, que te deje de hallar muy a su gusto y voluntad, pues que tú te muestras primero y sales al encuentro a los que te desean!” (AA 2)
Destacar algunas cualidades más salientes de esta unión:
- Personal y recíproca,va de persona a persona, sin mediación de egoísmo, o de dones, o intereses o sustitutos. (C 22,2; Ll 2,54)
- Dialogante en fe,rasgo doloroso que se hará sentir más de una vez. La reciprocidad encuentra el obstáculo de que Dios no responde en lenguaje humano, y nuestras palabrasy afectos caen en un abismo de silencio. La fe se encarga de mantener el diálogo de amor durante los largos ratos de silencio.
- Única y absorbente,El ideal de unión con Dios debe incorporar hasta la última vibración de la persona humana. La unión con Dios, necesita de él (realismo) para no quedarse reducida a sentimientos y palabras.
- Presencia y distancia
la unión del hombre con Dios no supone identidad entre ambos, ni tampoco la crea. Será, por lo tanto, una mezcla de unidad y alteridad, igualdad y diferencia, presencia y ausencia.
“Es de saber que tres maneras de presencias puede haber de Dios en el alma. La primera es esencial, y de esta manera no sólo está en las más buenas y santas almas, pero también en las malas y pecadoras y en todas las demás criaturas. porque con esta presencia les da vida y ser, y, si esta presencia esencial les faltase, todas se aniquilarían y dejarían de ser. Y ésta nunca falta en el alma. La segunda presencia es por gracia, en la cual mora Dios en el alma agradado y satisfecho de ella. Y esta presencia no la tienen todas, porque las que caen en pecado la pierden; y ésta no puede el alma saber naturalmente si la tiene. La tercera es por afección espiritualporque en muchas almas devotas suele Dios hacer algunas presencias espirituales de muchas maneras, con que las recrea, deleita y alegra.”(C 11,3)
- Presencia en el Ser
Dios se halla presente en todas las creaturas con presencia íntima, viva y activa. Presencia fundamental, que el místico percibe con mayor viveza y es más que simple conservación de la existencia (Ll 4,7).
Aunque se hunda en la miseria moral, perduran sus capacidades y su actividad natural. Dios respeta la libertad del hombre. Mientras la obra gigantesca de la divinización esencial del hombre se hace de golpe y en un solo instante, la transformación moral en que el hombre mismo colabora se arrastra años y años (C 23,6).
Dios no se aleja del hombre; lo que sucede en los momentos de infidelidad humana es que el hombre se aleja de sí mismo, dejando a Dios abandonado en el fondo del alma o del ser, esperando la vuelta. (1S 6,4)
- Presencia de gracia
Menos grado de amor (2S 5,4). La vida de gracia constituye la base y corona de toda la vida mística. En la experiencia y la doctrina del santo, el acto místico es esencialmente sobrenatural y cristiano.
El paso de ésta a gracia mística da lugar a un juego de luces, al claroscuro, presencia-ausencia, que caracteriza las doce primeras estrofas de Cántico y las experiencias de la Noche oscura.
- Presencia Mística
Es el grado más alto. Se da un aprovechamiento más profundo y consciente de las realidades que, por ser y por gracia, Dios ha puesto en manos del hombre. Sin la presencia del ser no hay persona humana, y, por consiguiente, tampoco experiencia mística.
Grande alivio para quien ama a Dios pensar que, aun cuando él se olvide de Dios o sea infiel, Dios sigue presente, comunicando la existencia y otros dones de orden natural, además de invitaciones para que vuelva a la amistad
La revelación progresiva de presencia e intimidad creciente no termina en la mística. Esta anhela otra presencia, la definitiva, cara a cara. “Descubre tu presencia. Por cuanto está cierto que Dios está siempre presente en el alma, a lo menos según la primera manera, no dice el alma que se haga presente a ella, sino que esta presencia encubierta que El hace en ella, ahora sea natural, ahora espiritual, ahora afectiva, que se la descubra y manifieste de manera que pueda verle en su divino ser y hermosura” (C 11,3).
- Unión integradora
Juan de la Cruz busca instintivamente la unidad. Esto le ha llevado a concentrar la perfección cristiana en unión con Dios. hay unidad del hombre con Dios, pero al mismo tiempo unidad interna del hombre consigo.
- Integración histórica
Lo que no se vivió en un primer momento por ignorancia, o malicia, o ausencia, puede ser actualizado y revivido en la forma deseada. Un descubrimiento de ese género había provocado la decisión de salir inmediatamente en busca del Amado (C 1,1).
Gracias no correspondidas a tiempo. El Espíritu, al hacerse más sensible, descubre que el don divino es infinito, y, por consiguiente, se siente insatisfecho de la anterior respuesta, y da otra nueva según sus actuales posibilidades.
El pecado no deja de haber sido pecado, y, sin embargo, es revivido como gracia en la actual transformación (C33,2).
El resumen, el estado de unión aporta gracia y situaciones completamente nuevas; pero, además, desvela y revive el panorama de etapas anteriores que atravesó sin aprovechar ni siquiera barruntar su efectiva grandeza.
- Integración Moral
La unión es una realidad que hace vibrar las energías más íntimas y las más externas de la persona. “Mi alma se ha empleado y todo mi caudal (todo lo que pertenece a la parte sensitiva del alma) en su servicio…” (C 28,4-5).
La voluntad, dándose cuenta no se deja llevar. Hace notar que el sentido y las pasiones siguen ese rumbo, sin advertencia ni intervención de la voluntad. Lo que fue en un principio don gratuito se alcanza ahora solamente tras largas y dolorosas purificaciones.
- Integración Cristiana
Integridad moral es fase preparatoria, unión dispositiva para la verdadera unión, la unión con Dios o divinización. El hombre es elevado a participar en la unidad de Cristo como el Padre (C 39,5).
Por la encarnación se incorpora a Jesucristo, y con él a la Trinidad, con participación activa.
- Transformación en Dios
“Es una transformación total en el Amado, en que se entregan ambas; el alma está hecha divina y Dios por participación, cuanto se puede en esta vida” (C22,3).
No es fácil llegar a una síntesis del pensamiento sanjuanista acerca de la unión con Dios. tres vocablos-nociones recogen la idea sanjuanista: unión, transformación, participación.
Dios y hombre son uno, en unidad de amor, no de ser. Hay mutua donación, entrega, posesión total.
ANEXO 1
El Hombre a la Espera de la salvación
- Introducción
- El hombre es el interlocutor permanente de Dios
- Juan nos ha dejado preciosas enseñanzas sobre él. Siempre le contempla en relación con la gracia.
- El hombre en estado de postración
- El pecado original, clave para su comprensión, 1S 15,1ñ 3S 26,5ñ 2N 24,2.
- Aquí radica la necesidad de la purgación, 2N 3,1
- La misma imagen que el hombre se ha hecho de Dios ha de ser corregida, por causa de la perturbación de sus facultades, 2N 6,2; 1N 4,2.
- El hombre viejo antes de resucitar ha de corromperse en el sepulcro de la noche oscura, 2N 6,1
- Si Dios hace sufrir al hombre, es para ensalzarlo y enaltecerlo, 2N 23,10
- Existe una gran comunicación entre los distintos estamentos del hombre, 2N 1,1; 1N 4,2; 2N 1,2; C 13,4; c 18,7
- El hombre, ser amado
- Rastro de Dios, C 5,3
- Originado, como vimos, en la misma eternidad, C 38.6
- Dios envuelve la existencia entera del hombre, C 1,1
- Su redención es entendida como desposorio con Dios, C 23,3; C 24,4.7-8
- Esencialmente predestinado no para la muerte, sino para las bodas, C 38,5-9
- Morada de Dios
- Dios mora en todo hombre, 2S 5,3
- Amigo de Dios, 2S 3,5
- Presente Cristo en él como en el día de Pascua en el cenáculo, 2N 17,2
- Desde el interior enamora al hombre, Ll 4
- Ontológica y afectivamente orientada a Cristo
- Cristo es el objeto de su amor, C 1,1
- No lo aquieta nada fuera de Cristo, C 6
- Su tragedia existencial
- El hombre vive en la carne (es carnal), 2S 4,4
- Rudo a causa del pecado que el inhabita, 2N 2,2; 1S 8,2.6-7; 1S 9,4
- Sus sentidos son incapaces de gustar a Dios, 2S 11,2; C 40,6
- Existe un hombre interior y otro exterior, 2S 12,7; 2S 17,4
- Cualquier apetencia desordenada le produce infinidad de tinieblas, 1S 8,6
- Dios hace una obra más excelsa cuando le purifica que cuando le crea, 1S 6,4
- Sin la noche oscura, no parece posible que el hombre pueda moverse en todas sus cosas por criterio sobrenatural, 1S 5,7; 1S 5,3; 2S 4,4
- Tiene necesidad de una verdadera recreación, 2N 16,4
- Dicha recreación debe alcanzar a todas sus zonas, Ll 2,33
- Mientras esto no suceda, su visión de Dios es incorrecta, Ll 3,74-75; 2N 9,3
- El hombre en tierra extraña
- Se puede ver esta evocación en el romance “Superflumina”, P II
- Véanse comentario y relectura del poema en (Hacia Dios con san Juan de la Cruz, Secundino Castro pp. 43-46)
- Finaliza así: “Y juntará a sus pequeños/ y a mí porque en ti lloraba/ a la piedra que era Cristo,/ por el cual yo te dejaba.”
- El poeta abandona los placeres de este mundo (Babilonia) para seguir a Jesucristo.
ANEXO 2
ITINERARIO DEL HOMBRE HACIA DIOS
El hombre, buscador infatigable de Dios, peregrino del Absoluto, no debe buscarlo –advierte el santo- “fuera de sí”, sino dentro de sí, mediante un continuo itinerario de interiorización, que el Santo describe como un “esconderse”:
“porque el que ha de hallar una cosa escondida, tan a lo escondido y hasta lo escondido donde ella está ha de entrar, y, cuando la halla, él también está escondido como ella. como quiera, pues, que tu Esposo amado es el tesoro escondido en el ampo de tu alma, por el cual es sabio mercader dio todas sus cosas, convendrá que para que tú le halles, olvidadas todas las tuyas y alejándote de todas las criaturas, te escondas en tu retrete interior del espíritu, y, cerradas las puertas sobre ti, es a saber, tu voluntad a todas las cosas, ores a tu Padre en escondido; y quedando escondida en él, entonces le sentirás en escondido, y le amarás y gozarás en escondido y te deleitarás en escondido con él, es a saber, sobre todo lo que alcanza la lengua y sentido” CB 1,9
Aparece así, a la luz de esta escondida presencia de Dios en el hombre, la exigencia de un íntimo movimiento hacia adentro de todo el hombre, que se convierte en un “buscador de Dios”. Un movimiento que, en las páginas del Cántico, tendrá la siguiente articulación:
“Entrar en sí” – “salir de sí”. El itinerario del hombre hacia Dios pasa necesariamente por la propia interioridad (puerta de entrada el “recogimiento ascético, hasta llegar al centro o fondo del alma”). Es un proceso de interiorización, un “entrar dentro de sí mismo, pero no para finalizar ese movimiento en el propio yo, en un repliegue auto-complaciente, sino para autotrascenderse en el itinerario interior hacia Dios., en quien debe ponerse la meta de ese movimiento. De ahí que, en este contexto, el “entrar en sí” conlleve simultáneamente el “salir de sí”.
ANEXO 3
EL “HOMBRE INTERIOR” ES LA PERSONA QUE TIENE CONCIENCIA DE SER AMADA
Juan de la Cruz proyecta esta tensión de amor en la búsqueda del centro, del más profundo centro, que es la sustancia del alma. Juan de la Cruz se reafirma en la unidad de la persona humana (LB 1,1). Su argumento: “el centro del alma es Dios, al cual, cuando ella hubiere llegado según toda la capacidad de su ser, según la fuerza de su operación e inclinación, habrá llegado al último y más profundo centro suyo en Dios que será cuando con todas sus fuerzas entienda y ame y goce a Dios” (LB 1,12)
Esta es la meta. Pero llegamos a ella en proceso ordenado, suave y al ritmo del hombre (2S 17,2), en un creciente dinamismo de amor:
“De manera que, para que el alma esté en su centro, que es Dios,… basta que tenga un grado de amor, porque por uno solo se une con él por gracia; si tuviere dos grados, habrá unídose y concentrádose en Dios otro centro más adentro; y si llegare a tres, concentrarse ha como tres; y si llegare hasta el último grado, llegará a herir el amor de Dios hasta el último centro y más profundo del alma, que será transformarla y esclarecerla según todo el ser y potencia y virtud de ella, según es capaz de recibir, hasta ponerla que parezca Dios” (LB 1,13)
En definitiva, la mayor manifestación de aprecio y admiración que hace Juan de la Cruz a la persona humana es mostrarle el camino para descubrir su propio ser, su sí mismo más hondo y decisivo, su verdadera identidad y, llegar a ser consciente de su altísima dignidad, no fundamentada en nada exterior, sino en su propia esencia. Por eso el santo no duda en llamar a la persona herida de amor, que sale de sí para interiorizarse y encontrarse a sí misma en Dios, “alma hermosísima entre todas las criaturas” (CB 1,7); “alma enriquecida” (LB 3,6); “alma dichosa” (LB 3,7)
Ciertamente es un camino que hay que recorrer en la noche, en la renuncia a seguridades endebles o engañosas, en la elección siempre creciente de un amor mayor. (cf. LB 3,6)
TRABAJO PERSONAL
La lectura de los escritos sanjuanistas es un encuentro entre:
- El autor: con su experiencia, ideas, intenciones, lenguaje
- Y el lector: con su sensibilidad, necesidades, esperanzas
Examinar qué es lo que Juan de la Cruz ofrece al lector en sus libros, y qué le exige para comprenderlo y crear la propia vida.
- Dichos: luz y amor (en la oración-prólogo)
- Cántico, prólogo: dichos de amor en inteligencia mística
- Subida, prólogo doctrina sustancial y sólida
- Epistolario 8 (a Beas, 22-11-87): callar y obrar
El misterio de Dios vivo
El principio de todo es la vida y el amor de Dios Trino, que crea y sostiene todos los elementos y dinamismos de la vida natural y sobrenatural del hombre. La participación consciente del hombre empieza por un despertar o toma de conciencia en amor.
Examinar las secuencias y las frases de la intervención divina de amor de principio a fin, y sus resonancias en el hombre.
- Romances: Trinidad, Cristo, creación, iglesia
- La Fonte: el misterio que se comunica en fe
- Pastorcico: el misterio que se comunica en amor
- Cántico 23: redención y participación en el bautismo
- Cántico 1,1: caer en la cuenta, el despertar del amor
- Cántico 34,4: vuelve al pecho de su Criador.
La condición del hombre
Describe con gran realismo la condición del hombre; es necesario contar con ella para lograr una comunión de amor con Dios fundada en la verdad. La verdad del hombre es: su condición de hijo de Dios, la situación penosa y desparramada, su llamamiento a la transformación de amor.
Examinar la naturaleza y las condiciones o exigencias de la condición filial, y su contraste con la situación miserable del hombre bajo los apetitos.
- 1S 6, 1-4: contraste entre hijo y esclavo
- 1S 9: imagen acabada de Dios e inmundicia de apetito
- 1N 1-7: esclavitud en forma de vicios capitales
- 3S 26,3-4: con la purificación se hace espiritual, divino
- 2S 22,9: Dios gobierna al hombre por medio de otro hombre.
Primeras curas
Tomar conciencia de la propia situación es ya una primera gracia. Pide continuación en el esfuerzo por reconquistar la libertad, para poder dar a Dios el amor efectivamente. En preparación a futuros procedimientos más eficaces, Juan de la Cruz sugiere algunos medios para liberarse y amar ya.
Examinar el fundamento, las motivaciones, los ejercicios concretos, en que toma cuerpo este primer amor.
- 1S 11: dinamismo del amor, en bien y en mal
- 1S 14: el amor previene, acompaña, sigue a la negación
- 1S 13,3: meditar el misterio de Cristo (cf 2S 12-15; L 3,32s.)
- 1S 13: significado y alcance de los tres ejercicios
Vida Teologal
Es para san Juan de la Cruz la verdadera vida espiritual, donde Dios se comunica con todo su ser, y donde el hombre es transformado a fondo para poder compartir. Tiene carácter eminentemente pasivo ya desde el principio: Dios está siempre presente comunicándose, como el sol; el hombre recibe, pero es un recibir que le compromete de raíz.
Examinar la síntesis y los varios elementos de la vida teologal, en su significado y función de conjunto: unión de Dios con el hombre en Cristo, por medio de fe-amor-esperanza, en ritmo progresivo de mortificación-transformación, o unión-negación.
- 2S 5: centro de Todo es la unión de amor
- 2S 6: virtudes teologales unen y niegan
- 2S 7: unión negación personificadas en Cristo
- C 1, 1-14: lo elementos de la vida teologal, en síntesis.
- 2S 17: pedagogía de Dios y realización progresiva.
BIBLIOGRAFÍA
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La dimensión y relación del ser humano, ¿cuál es la condición humana actual?, Boris Tobar
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Revista de Espiritualidad, El camino de la Sanación en San Juan de la Cruz, Daniel Chauwning, nn. 235-236, Abril-Septiembre, 2000, pg 253-333.
Juan de la Cruz y el Misterio del Hombre, Ciro García, Monte Carmelo, Burgos 1990
La Unión con Dios gracia y proyecto, Maximiliano Herráiz García, “El hombre destinatario y agente de comunión con Dios”, pg. 27-52
El hombre: una Pasión de Amor, comprender la vida desde San Juan de la Cruz, Alfonso Baldeón, Colección Karmel, Burgos, 1991
Introducción a San Juan de la Cruz, el hombre, los escritos, el sistema, Federico Ruiz Salvador ocd, BAC , Madrid, 1968.
San Juan de la Cruz, Obras Completas, Monte Carmelo, Burgos, 1982
Selecciones de Teología, Vol. 56. N. 221, 2017. Recuperar el corazón. La interioridad como cuestión hoy, pg. 43-53.
Entreme donde no supe, conversando con san Juan de la Cruz, Tomás Ostos (coordinador), Editorial Santa teresa, México, 2010