Frailes Carmelitas Descalzos en Ecuador

De individuo a persona… ¡un itinerario ineludible!

Fray Fredy Garzón ocd
Quito, junio 2018

 

  1. JUSTIFICACIÓN:

Max Scheller, maestro de Edith Stein, afirma: “Uno no nace persona… Se hace persona amando”.  Esta realidad cobra vigor en ella, la inquieta, la seduce.  A esta realidad dedica gran parte de sus intentos académicos y de su experiencia espiritual: Primeramente, en el curso de invierno (1932 – 1933) dictado en Münster, tituladoLa estructura de la persona humana.  Más tarde dedicará su tesis doctoral Sobre el problema de la empatía a esta misma cuestión.  De ahí en adelante, desde sus atisbos intelectuales hasta su muerte no dejó de lado esta cuestión de carácter capital no sólo en el discurso filosófico, psicológico y teológico sino tema que aveza la vida toda del ser humano independientemente del círculo, espacio o ámbito en el que se ubique y comprometa.  Por tanto, no podemos dejar pasar de largo esta experiencia de la hija de Israel e hija de la Iglesia en el Carmelo, quien con su lucidez y encanto nos abre páginas absolutamente desconcertantes a la hora de acercarnos al misterio que somos y que palpita en la humanidad entera: ¡Ser personas!

2. OBJETIVO:

  1. No se trata de una asignatura filosófica ni de una lectura filosófica de los escritos de Edith Stein.  Tampoco es una exposición ni un rastreo intelectual acerca de lo que se ha dicho acerca de la persona.  ¡Es un camino! ¡Se trata de caminar!, indagando en el vasto campo steiniano elementos que nos permitan una reflexión seria, crítica, profunda y espiritual de lo que significa ser personas.
  2. Pretendemos asimilar, en algo, el legado, el aporte más valioso que haya podido existir en la historia de parte de una mujer brillante intelectualmente, sensible espiritualmente, humana personalmente,para que su testimonio, especialmente el que ha sido consignado en sus obras, nos permita a nosotros en “nuestro aquí y ahora” vivir de una forma más comprometida y personal la vida que se nos concede como testimonio de aquello que para Edith constituyó el alma de su pensamiento: Dios es persona y esta personalidad de Dios gratuitamente nos la ha participado (Dignidad de la persona humana).  Este es el fondo, la esencia, lo mistérico que anhelan las personas cuando buscan la Verdad.
  3. Al dar una mirada al recorrido de la Santa (Edith) nos acercamos ineludiblemente a personas que marcaron de modo particular su existencia: Husserl, Hedwig Conrad Martius, Max Scheller, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, entre otros.Este paso nos permitirá descubrir cómo la comunidad se convierte en escenario de personalización, horizonte de comprensión, dación se sentido y dilucidación de sentidos cuya comprensión exige del otro.
  4. Ciertamente, que aunque no pretendemos hacer un estudio (¡realmente imposible en tres horas!) del camino realizado por Stein, sí necesitamos ir a su legado para provocar en cada uno y en todos el conocer a esta “gran desconocida” en los diversos campos de nuestro itinerario humano.

3. LA FENOMENOLOGÍA O “CIENCIA DE LAS ESENCIAS”… ¡TODA SU VIDA!

Lo primero que quiero poner de manifiesto es que E.  Stein nos ofrece un camino seguro, probado, argumentado, de todo lo que refiere.  Al estar inscrita en el vasto mundo de la Filosofía, sobre todo, en la Fenomenología halla – como era la intención del mismo Husserl – un camino seguro para no quedarse en la superficie, para no quedarse en lo áácomúnmente dadoññ, en las apariencias.  Hasta entonces en el Carmelo no había habido una genialidad tal desde lo estrictamente intelectual.  Los caminos trasegados por Teresa de Jesús y Juan de la Cruz también geniales, exquisitos, profundos, etc., son inscritos propiamente en el ámbito de la Mística, de la vida teologal que, desde la escuela Salmanticense, se han bregado ha encasillar dentro del modelo tomista y un tanto apologético, siendo éstos de vuelo infinito como infinito es el Espíritu que los condujo.

El camino hecho por Stein es conducido por la Fenomenología desde sus inicios hasta el último suspiro en Auschwitz.  Y justo ahí necesitamos reconocer algo que nos deja incompletos cuando hablamos de su persona, de sus atisbos, de sus hallazgos.  En palabras de ella misma: “de sus intuiciones y de sus explicitaciones”.  Por lo general siempre que se la ve a Edith Stein se hace sesgadamente desde sus aportes ya tardíos de su vida espiritual desconociendo por completo las indagaciones iniciales y los esfuerzos intelectuales de gran significación en el contexto intelectual que la llevaron a ese feliz término de lo que después escribirá siendo Católica, Carmelita Descalza y discípula finísima de S.  Teresa de Jesús y de S.  Juan de la Cruz.  Desconocer el camino fenomenológico que movió a Edith es desconocer la hondura de la totalidad de su experiencia y pensamiento.

  • Algunos datos fenomenológicos.

La fenomenología o “ciencia estricta” cuyo padre es Edmund Husserl (1859 - 1938)[1] tiene como fin “ir a la cosa misma”.  No quedarse en lo aparente.  La reducción eidética propuesta por Husserl apunta a esta realidad.  La epojé trascendental, ese no quedarse en el ámbito de lo común, en el terreno de la doxa u opinión, ese poner entre paréntesis el parecer común para ir por propia experiencia es clave en el camino steiniano y en nuestra propia comprensión.  La misma E.  Stein., secretaria personal del filósofo y simpatizante de Max Scheler., quien le abriera los caminos del catolicismo en las mismas sesiones de clase, nos dice acerca de esta realidad en el conocimiento propio y de los demás cómo siempre estamos puestos en el terreno de lo aparente, “de la piel hacia fuera”[2].

También me parece importante tener en cuenta el aspecto tomista que E. Stein deprende del Aquinate, pero cómo rebasa el modelo tomista.  Si bien es cierto, el eje transversal de la comprensión tomista está en el Ser (en lo que Aristóteles había denominado doctrina del motor inmóvil) y que S.  Tomás distingue muy bien, así: El Ser ENS (o el Ser que es y no necesita nada para ser y que da ser a todos los seres., v.gr.  Dios) y el ser ESSE (o el ser siendo, que acontece, que depende del Ser que es, ser que de suyo es contingente, dependiente, afectado por la causalidad y los efectos, etc).  Edith no hace un neo tomismo sino que ella con base en las custiones argumentadas por Tomás va a hablar de la persona[3].

La escuela tomista había hecho una excelente aproximación al Ser (Ontología).  El corte de este estudio es de carácter metafísicoTα Μετα Tα φυσικά (Ta meta ta physiká) siguiendo el curso trazado por Aristóteles.  Mientras que Edith Stein hace una Antropología.  No sólo toma las categorías de ser planteadas por la tradición Aristotélico – tomista sino que compone algo que era necesario y urgente en su momento: un discurso lógico (argumentado) acerca de la persona que perfecciona en grado sumo lo planteado hasta entonces.  Si la Metafísica aboga por lo que está más allá, la Antropología apuesta por lo que está más acá.  Y esa realidad que está más acá es la persona misma.[4]

¿Por qué la persona? Es muy sugerente que Edith dedique su primera obra filosófica (“¿Qué es filosofía?) a hacer una obra teatral entre “Tomás” y Husserl, encarnando ella las posturas de su maestro inmediato.  Realmente es una obra muy sencilla, es un primer atisbo.  La obra paradigmática, sin duda, es La estructura de la persona humana.  El solo título ya lo dice todo.  En su tiempo la Psicología hablaba de la persona, así mismo la Filosofía, la misma Teología, la Antropología se iba configurando poco a poco.  Todos hablaban de la persona.  Y posiblemente E.  Stein se da cuenta que “hablan de lo que no conocen”.  Recordemos que la Filosofía de la época moderna quiso descentrarse de todo teocentrismo y poner como centro al hombre, a la razón.

Todo estatuto cristiano debía desaparecer de vista si se quería propender por una Filosofía, Filosofía, en el rigor de lo que ésta significaba en su momento.  Nuestra filósofa hace un camino excepcional y sin perder el rigor académico (el del círculo de Gottingen) muestra que la realidad de la persona, el término persona posee un acervo totalmente Cristiano y empieza a hacer aquella cercanía inicial entre Fe y razón, Filosofía y Mística, Espiritualidad y Filosofía.  Se le debe a Edith Stein el colocar a la Fe en el estatuto de la racionalidad en un momento muy crítico de la historia de la Filosofía y de la historia de la misma humanidad.  Si bien es cierto, el camino de la Fe no es un camino razonado (de la probación en el laboratorio) sí es cierto que el camino de la Fe es un proceso razonable.  A partir de esta insigne hija de Israel se introduce en el amplio mundo de la Filosofía y la Teología concepciones hasta entonces impensables como una racionalidad espiritual y una espiritualidad racional.

¿A dónde se remonta? A los Padres de la Iglesia.  ωπος (Sopón) Rostro, cara, presencia.  Cuando S.  Agustín en el De Trinitate hace aquella conocida formulación para hablar de Dios como tres personas distintas y un solo Dios verdadero, allí es la primera vez que se aduce ese término.  Ya descrito en Platón (Prosopon = máscara) y que Agustín cristianiza a partir de la Revelación, de la persona de Jesús.  Ya no hay máscara.  Hay develación.  Hay rostro.  Hay presencia.

  • Implicaciones de esa manera de concebir la vida y el mundo

E. Stein, deslindada de esa otra manera de hacer filosofía, pasa una concepción real del ser (la persona) y que tiene como base de estudio el mundo de la vida.  No hace, por tanto, una Ontología o Teodicea en la concepción tradicional sino una Antropología, una pedagogía, un atisbo a lo que despuntará luego en una Teología.

El objeto de estudio no está escindido, dividido, segregado.  En una completud sin igual aborda al hombre y es ella la que hace una Filosofía desde una concepción unitaria de ser humano, desde los componentes reales que forman parte de su ser y concepción (Crítica a la ontología de Heidegger).  La Filosofía de su momento hacía un estudio del hombre desde el foco que les interesaba: su racionalidad, la axiología, su dimensión ética, etc., pero no podía aparecer de vista la dimensión trascendental.

El camino steiniano es pedagógico.  Stein hace una pedagogía como inicio de lo que llama intuición inicial.  Las categorías de ser vistas a la luz de la Fenomenología en ¿Qué es Filosofía” la conducen a una pedagogía fundada en la persona y para la persona en La estructura de la persona humana.  A su vez en esta obra esboza unos criterios paradigmáticos de toda Antropología. 

Podríamos aventurarnos a decir que el camino Fenomenológico steiniano es el de una Filosofía creyente, hasta entonces impensable (desde los inicios de la modernidad hasta sus estudios actuales).  Ya al final de este curso magnífico en el invierno de 1932 hace una consideración en la parte final de su obra, consideración que guiará todo su itinerario antes y después del Carmelo.  Ella misma lo titula: “Paso de la consideración filosófica del hombre a la teológica”.  El camino de la Fenomenología, seguido por E.  Stein de una manera completa, da un viraje a toda la concepción que sigue en la Filosofía.  Cabe recordar autores tales como Lyotard (“La postmodernidad explicada a los niños”), Michel Serres (“Cinco Sentidos: Una Filosofía del sentimiento”), Michel Henry (“Encarnación: Una Filosofía de la carne”), entre otros.  Todo este rico panorama de pernsar lo impensable se lo debemos en buena parte a ella.

Sin estas líneas mostradas (que son apenas una pequeña sinópsis de puntos clave del pensamiento de E.  Stein) nos quedamos al margen de la infinita riqueza que comporta el conocerla y conocerla bien.  Ha sido una pérdida el no conocerla bien: El mundo de la academia, de una “refinada y sin igual Filosofía”,la desprecia por haberse hecho monja y el mundo eclesial, por decirlo de alguna manera, la ha tomado solo desde sus escritos espirituales considerando la Filosofía que la mueve como algo complicado, que nada tiene que ver con nosotros o que en el peor de los casos no sirve para nada… ¡No la conocemos!

4. DE LA INDIVIDUALIDAD A LA RELACIONALIDAD

La concepción hegeliana de hombre lo ubicaba como objeto en el mundo.  Un objeto entre más objetos que interaccionan, que se tocan.  En el complejo espacio del mundo el hombre es salvado de reducirse a ser un objeto más entre la multiplicidad de objetos por su espíritu objetivo.  El espíritu objetivo – según Hegel (1770 – 1831) lo hace marcar de modo distinto la historia y el mundo.  El espíritu objetivo expresado en el arte, en la música, en la racionalidad, en la capacidad que tenga el individuo de de marcar de un modo nuevo y distinto el ámbito que lo rodea.

Esta concepción predominante permea todo el decurso de la filosofía.  De ahí derivaría un estudio del hombre más como individuo capaz de acciones significativas que lo guardan para la historia como alguien distinto, un estudio del hombre referenciado hacía sí mismo y en sí mismo (egología).  De ahí una concepción que centrada en el hombre mismo renunciara a toda referencia a los trascendente presente en él.  Justo a esta manera de concebir al hombre es que E.  Stein argumenta la nueva manera desde la Fenomenología y la Metafísica Cristiana.  Dicho sea de paso, en dos momentos E.  Stein argumenta a Heidegger el por qué su ontología es un estudio ateísta del ser (p.  8.).  Claro es que hablar del hombre sin referencia a su configuración trascendente es no hablar del ser.  Esta superación para la ciencia es gracias a Edith Stein[5].

Al hablar de persona humana nos referimos, entonces, a su arquetipo fundacional, esencial, que no puede no ser (A priori trascendental).  La participación del mismo ser de la divinidad está impresa, es connnatural al hombre.  Con base en la metafísica cristiana, a partir de S.  Agustín.  E.  Stein rescata aquella realidad (concepción) de lo genuino en el hombre: Dotado de entendimiento, memoria y voluntad como efigie del mismo Dios.  El entendimiento dación del Ser del Padre, la memoria dación del Ser del Espíritu Santo y la voluntad dación del Ser del Hijo.  Con base en S.  Tomás expresa cómo la necesidad de todo ser humano de ser amado y su capacidad de amar equiparan a la persona con la esencia misma de Dios.  Dios no es una persona más que ama sino que es el Amor en sí mismo.

“El espíritu del hombre se ama a sí mismo.  El conocimiento y el amor están en el espíritu; son por tanto una sola cosa con él, son su vida.  Y, sin embargo, son diferentes de él y entre sí.  El conocimiento nace del espíritu, y del espíritu que conoce procede el amor.  De esta manera, se puede considerar al espíritu, al conocimiento y al amor como imagen del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.  Y esto no es una mera comparación, sino que tiene un significado bien real.  El hombre es sólo por Dios, y es lo que es por Dios” [6]

El único ser en el mundo capaz de autotrascendecia es el hombre.  Ninguno más.  Únicamente el hombre y nada más que el hombre tiene la capacidad de volver sobre sí mismo y sobre sus propios actos.  Esta connaturalidad de espíritu, este conocerse a sí mismo lo hace radicalmente distinto de todos los seres creados y connatural con la Trinidad.  De este modo, todo hombre está volcado instintivamente a la relacionalidad.  No es un ente encerrado.  No existe en él ni un solipsismo trascendental ni mucho menos una egolatría trascendental.  Como sucede en el Misterio de Dios Trinidad en el cual hay una dación (Donación) del Padre en el Hijo, y del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo, así también el alma humana está hecha para esta misma realidad de donación.  Todo impedimento puesto per se o por otros anula lo más genuino, lo más radical, la categoría de diferenciación más pura de la naturaleza humana.  En la Filosofía conocida como crisis; en la Psicología conocido como trauma; en la Antropología llamada ausencia de humanismo; en la Socilogía fragmentación de relación en los campos existentes.  Por donde lo miremos, desde el punto de vista que sea es una contrucción de un entorno vital pseudo-humano.Mundo al cual estamos asistiendo o del cual hacemos parte.

5.  ¡UN NUEVO PARADIGMA!

Ya conocido un poco el modo de proceder de la Fenomenología que marcó toda la vida de Edith, pasemos ahora a la comprensión de lo que significa entrar en relación con los demás, ámbito vital de toda corporeidad humana, con el fin de entresacar algunas ideas prácticas que nos sirvan para nuestra vivencia familiar, de hogar, de fraternidad, de construcción del mundo laboral, de vivencia distinta del escenario social.

Hoy más que nunca necesitamos comprendernos y comprehendernos en el amplio mundo en que vivimos.  Ser personas en el mundo sitz im lebem es tener la capacidad de reproducir en nosotros ese mismo ser dialógico (diálogo) que está impreso en nuestro propio ser, es tener la capacidad de afectar (+ o -) el entorno en el cual nos movemos de acuerdo a las convicciones que hacen parte de nuestra motivación.  Quizá nuestras acciones no cambien en nada el mundo global que nos toca.  Al final de sus días E.  Stein – acosada por la gestapo – dice a su hermana Rosa: “Vamos, ánimo.  Es necesario que muramos (como el Maestro) por nuestro pueblo”.  Sin embargo, tuvo que constatar que sus entornos vitales sí fueron tocados por su agraciada presencia: El Carmelo de Colonia era uno antes de Edith y otro muy distinto después de ella.  No así la entrega de su vida y las gestiones que realizara pueden lograr que se suspenda la persecución de los judíos, la muerte en los campos y la segunda guerra.

5.1 SER ACTORES DE NUESTRO ENTORNO VITAL

Con Edith Stein debemos afirmar que estamos llamados a ser.  No podemos pasar de largo ante el otro ni ante nuestro entorno vital.  El sitz im lebem (ámbito vital) es fruto de la construcción de todos: llámese vida conyugal, vida de hogar, vida familiar, vida fraterna en comunidad, vida laboral, vida social.  No podemos hacernos en la fila de los de la paciente espera que siempre están ahí, sin comprometerse, imaginando un mundo fantástico, idílico, romántico… Ese sitz im lebem es fruto de nuestro compromiso.

El otro constituye para mí un mundo tan distinto de mí en su configuración exógena, pero a su vez uno tan igual a mí en su configuración endógena.  Afectado por la exterioridad de manera distinta: Ciudad, pueblo, hogar, amistad, infancia, adolescencia, educación, etc., y ontológicamente tan igual a mí.  La otra persona tiene mi mismo arquetipo, también el otro es entendimiento, memoria, voluntad, razón, (es imago Dei, Imago Trinitatis, parte del mismo ser de Dios) como lo soy yo y esta es la condición de posibilidad de mi comunión con él.  El otro es otro yo.  Este es el punto de partida que E.  Stein nos ofrece para hablar de empatía.  El acto empático es ante todo un acto del espíritu.

La expresión de nuestra Santa: “Donde empieza la libertad del hombre, Dios se pone de rodillas” nos abre a ese mundo tan fascinante y tan mal entendido de la libertad del hombre.  Tan fascinante porque de acuerdo a nuestro arquetipo original y originante el ser humano ha sido capacitado desde su configuración para que ejerza esas condiciones de posibilidad que lo diferencian ontológica, cualitativa y cuantitativamente de los demás seres.  En palabras del hiponense: “La libertad es siempre libertad para el bien”.  Casi, casi, que el mal como acto consciente, volitivo y sistemático no tiene cabida en el hombre.  Pero también tan mal entendida porque hoy se piensa en lo comúnmente dado que la libertad es vivir a merced de los impulsos: Yo veré lo que hago, es mi vida, yo soy así, el culpable es ud.  El buscar culpables es un acto revelatorio de nuestra poca capacidad de aventurarnos a ser seres humanos en verdad, a ejercer nuestra vida desde nuestro entendimiento, memoria, voluntad y razón.  Somos dados a esperar que el otro haga, que el otro cambie, que se nos ofrezca un mundo idílico que no existe.

“De esta manera, al cristiano se le exige una actitud crítica ante el mundo, en el cual se encuentra como hombre que despierta al espíritu, y también ante el propio yo.  La llamada a atenerse al verdadero ser, que con tanta radicalidad se nos formula desde la metafísica de Heidegger, es una llamada del cristianismo más originario: es un eco de aquel convertíos (Metanoia), con el que el Bautista invitaba a preparar los caminos del Señor”.

 

5.2 ENTRE EL SENTIMIENTO Y EL COMPROMISO

Los sentimientos, que son un buen indicador de cómo nos vamos configurando desde dentro, son buenos simpre y cuando no caigamos en un sentimentalismo que sería dejar de lado categorías tales como el discernimiento, el cual requiere de nuestras potencias del alma (entendimiento, memoria y voluntad).  Por los paradigmas de educación que hoy recibimos estamos asistiendo a un mundo muy frágil de relaciones con nosotros mismos y con los demás.  Seducidos por sentimentalismos que van y vienen que – en palabras de San Juan de la Cruz – son apegos, negación radical del amor, nos movemos con base en ellos. 

La comprehensión Steiniana nos indica un camino totalmente contrario.  El ser humano no puede depender de sus impulsos, de lo que se le ocurre en el instante, de sus achaques momentáneos.  Vivir impulsivamente, desde una condición cerrada en la carne sería anular en nosotros la belleza que nos ha sido dada, la connaturalidad de una capacidad que nos devuelve hacia sí mismos, que nos permite poner entre paréntesis esos momentos que pueden llegar a toda vida humana, pero que necesitan de una mirada no superflua, no de lo comúnmente dado sino que se atreve a ir más allá.  Y ese ir más allá no significa de algo que está inaccesible a nosotros.  Se trata de la bendita osadía de comprehendernos.  Está más acá, dentro de ti, dentro de mí, dentro de todos.  Y esto lo tenemos que dar a conocer.  Hoy asistimos a un mundo inhumano justamente porque los que nos decimos seres humanos nos hemos dejado conducir por los impulsos, por lo instintivo.  Hoy más que nunca vale que nos preguntemos como Husserl y como Edith Stein: ¿Dónde está el ser que ha sido dotado de razón, de entendimiento, de memoria, de voluntad?

El sentimiento, de suyo, sube y baja, cambia.  Los sentimientos no son estáticos.  Edith nos abrió ese camino en la Filsofía en la cual es posible la valoración de los sentimientos como compuesto netamente humano.  En su tiempo (su compañero de curso Dietrich Von Hildebrand) escribía la hermosa obra El corazón.  Desde el modelo fenomenológico realiza un análisis de la afectividad humana y divina con base en la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.  Así mismo, escribió La gratitud una filosofía del agradecimiento.  Para su tiempo ¡algo impensable! ¡algo traído de los cabellos! Edith nos regala su estudio sobre el problema de la empatía.Si el sentimiento cambia, si no es estático, es de notar algo que ella misma nos manifiesta y es el compromiso.  No todo puede ser sentimiento.  En el hombre, en ese constructo completo, en ese arquetipo de Dios, debe primar el compromiso.  El riesgo de que todo sea gobernado por el sentimiento sería el estar a merced del querer y no querer, de dejarnos mover por una voluntad caprichosa que ante el riesgo de no sentir apague su acto vital y razonable de tener una idea (realidad) rectora que dirija su existencia.  V.gr.  Relaciones líquidas, hoy sí, mañana no, depende de si nos entendemos, con este sí, con este no, no tenemos química, etc.  La unidad de mente y corazón que Agustín de Hipona llama perfección del hombre.  Si todo fuera sentimiento podríamos caer en un exacerbado mundo de acciones y reacciones sin justificación alguna; si todo fuera razonamiento podríamos asistir a un mundo frío, tan injustificado, en el cual cada uno se construya su propia “verdad”. 

Gracias a nuestra constitucón originaria tenemos la facultad de decidir qué sentimientos cuidamos y cultivamos.  Este acto de cuidado tan propio de lo humano exige de la libertad.  Nadie me impone qué sentimientos albergar dentro de mí.  El yo individual lo decide.  Lo que me viene de fuera puede o no anidarse dentro de mí: El otro no me ofende, soy yo quien permito dejarme ofender por tal o cual acción de…, yo decido amar u odiar, decido construir esa región del yo puro en el cual me puedo proponer el cultivo de los mejores o peores sentimientos: “Lo que el espíritu de esta o de aquella manera ha elaborado meditando se convierte en su posesión duradera.  Y es algo más que un tesoro de verdades almacenadas, que, siempre que sea necesario, pueden volver a presentarse a la memoria”[7]

El compromiso nos urge a dar una respuesta decisiva quizá en el momento donde menos hay deseo, donde ese rayo de tiniebla sea el que se manifieste como constante.  El compromiso (acto en el cual confluyen las capacidades de configuración humana) nos lleva un poco más allá, nos libera de estar dependientes de la instantaneidad a la cual nos remite nuestra propia condición.  Esa es la proclividad de todo ser humano: “Con todo, durante esta vida el hombre permanece sometido a la necesidad de luchar .  Debe implorar constantemente que se le conceda la vida de la gracia, y ha de procurar conservarla.  La perspectiva del status termini, de la vida de la gloria, en la que contemplará la verdad eterna y se unirá inseparablemente a ella por el amor, se le presenta solamente como recompensa por haber luchado.  Tender a este objetivo sin desviarse de él: ésta debe ser la pauta para toda su vida, de modo que en todos los asuntos y sucesos de su vida terrena busque su relevancia de cara a esa meta eterna, y los valore y actúe sobre ellos conforme a ese criterio”[8].

5.3 “COMO EN UN ESPEJO”

El otro, concebido desde la hazaña realizada por Stein es siempre otro yo en su configuración legítima.  Ni es ser humano de “segunda o tercera mano” ni hay seres de primera mano.  Hay una comunitariedad de humanidad.  A esta realidad es que llamamos Dignidad humana, criterio de la Axiología, de la Antropología, de la Teología, de la Espiritualidad, etc.  Siempre ha sido claro este criterio en muchas disciplinas y en muchas conquistas a favor del hombre.  Es claro ese qué de la dignidad humana, pero no se nos había dicho ese cómo de la dignidad humana.  Gracias a Edith que le reveló al mundo, a las ciencias, a las disciplinas, cómo sucede eso que muchas veces sin conocer llamamos dignidad de la persona humana.

Ante la mirada del otro soy constituido como persona.  Si el prosopon (máscara) platónico ha sido superado por el Rostro, por la mirada, por la presencia (Revelación).  A partir de ese acto revelatorio no hay lugar para la indiferencia.  Pasar de largo ante quien es tan igual a mí en su constitución originaria es negarme a mí y negar al otro.  Mirar al otro es en ese hic et nunc (aquí y ahora) es concederle que sea liberado de ser un objeto más en el mundo y que sea tenido en cuenta.  Mirar el rostro del otro es liberar del ostracismo, del solipsismo, a quien se me ha concedió como donación.  En el otro soy reconocido, en el otro se me devuelve la originalidad de mi imagen.

Ante la mirada del otro y mirando al otro, en el entrecruce de miradas (lo que es la vida cotidiana) es que reconocemos y somos reconocidos en aquello que individualmente nos caracteriza, en lo que en toda Antropología filosófica se pone de manifiesto como categorías fundamentales: Totalidad(Totalidad y determinaciones, totalidad y ambigüedad humana).  Alteridad (Alteridad y uno, alteridad y diferencia).  Diferenciación (La unidad mediata de lo diferenciado, la nostalgia por la unidad).  Dialéctica (El todo parcial, del todo parcial al todo global, las mediaciones).  Metafísica.  Estos criterios son inherentes a nuestra naturaleza.  Ante el otro soy totalmente reconocido en el otro y a su vez soy radicalmente distinto de él.  Somos tan iguales en la composición ontológica, pero tan distintos en los procesos de individuación.  Esto nos debe llevar a comprender los procesos de cada persona, a respetar y reconocer la alteridad y, sin embargo, a establercer cirterios comunes de los cuales somos capaces desde nuestra situación originaria ontológicamente.

“Llegamos así a la conclusión de que el hombre ha de agradecer lo más profundo y lo más propio que él es únicamente a Dios, y que todo lo que debe a comunidades terrenas lo debe indirectamente a Dios.  En general, ha de agradecer a Dios todo cuanto él es.  Es por Dios por quien ha sido introducido en las comunidades a las que pertenece, y Dios determina la medida de las obligaciones que tiene frente a ellas.  De aquello de lo que he de responder, he de responder ante Dios.  En qué consiste eso, es decir, cuál es mi deber, me lo dice mi conciencia.  Cumplirlo o no, es cosa de mi libertad…”[9]



[1]Nace como una crítica al psicologismo.  Con base en las ideas lógicas - apuntes de clase de E.  Stein - que ella misma le concede publicar a Husserl en 1900 – 1901, desde las concepciones matemáticas de Franz Brentano, se da inicio a este movimiento de renovación de la Filosofía.  La conciencia es siempre conciencia intencional de experiencias que todos tenemos en el mundo de la vida y que tienen que ver con objetos intencionales.

[2]Para Edith Max Scheler posee un genio “de estilo deslumbrante y seductor que habla de cuestiones vitales inmediatas que a todo el mundo tocan personalmente y especialmente entusiasman a los jóvenes”.  Conocería de primera mano los apuntes de clase de lo que luego será la obra de Scheler De lo terno en el hombre y participa del curso del mismo maestro acerca de los ídolos del conocimiento de sí mismo.

[3]“La autora, cuyo ideario fue formado por E.  Husserl, se aclimató en los últimos años al mundo intelectual del Aquinate.  Ahora siente la necesidad interior de dejar que los modos de filosofar encuentren la resolución dentro de sí misma”.  (Introducción de Walter Redmond a la obra de E.  Stein: Excurso sobre el idealismo trascendental.  Ediciones Encuentro.  p.  8).

[4]La idea de hombre necesaria para una pedagogía (teoría de la formación de hombres) forma parte de una Metafísica (entendida la Metafísica como una imagen global de mundo).  La imagen ampliada de hombre y de mundo circunscrita a una concepción englobante, general, según su consideración es el carácter metafísico, pero “la concepción del mundo y del hombre ha de subyacer a su actuación”.  Esta es la idea directríz de la Pedagogía que plantea en La estructura de la persona humana.  p.  4.

[5]En su inquietud inicial E.  Stein se había interesado por estudiar lenguas indo europeas, historia, arte, psicología con William Stern en Braslau.  Y decide viajar a Gotinga para participar de los cursos que impartía Husserl (1913).  En estos cursos halla el camino que la conducirá a lo largo de su existencia y que marcarán un Nuevo derrotero para lo que sigue. 

[6]STEIN, Edith.  La estructura de la persona humana.  Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2017.  p.  11.

[7]Ibid.  p.  13.

[8]La idea del hombre como fundamento de la educación - Edith Stein

9.  La estructura.  p.  191.