Parroquia Santa Teresita
Los hijos de Teresa de Jesús hacen su entrada a la República del Ecuador en octubre de 1928, para hacerse cargo de las misiones de Sucumbíos y Esmeraldas, ya que era la única forma que los Carmelitas pudieran tener presencia en el país, dado que años anteriores todas las comunidades religiosas habían sido expulsadas por el Señor Presidente de la República: Eloy Alfaro, y la condición para volver, y la entrada de nuevas comunidades al País era con el compromiso de encargarse de las zonas de misión existentes.
La historia de la construcción del Templo Santa Teresita, en el barrio Mariscal Sucre, de la ciudad de Quito, es sencilla y milagrosa, como su patronal advocación. No le ha acompañado el ruido ni el llamado vocinglero de las grandes exhibiciones. Sencillamente creció, entre mil dificultades ocultas, haciendo surgir la gracia florecida de su encanto gótico -grito o plegaria encarnados en la piedra- del fondo del silencio, del sacrificio, de la oración y la limosna.
Es imposible traducir en signos el misterio de algo que humanamente es inexplicable; porque no admite razón humana la aventura de la construcción de este monumento de fe, para la cual los Carmelitas -con estilo teresiano- no contaron nunca con «una blanca». Fue aventura real de una confianza absoluta, de una firme seguridad en la sorpresiva riqueza de la limosna no esperada pero cierta, del don escondido pero eficiente, del obsequio oculto pero constructor. Y de la limosna del pobre y el donativo del rico,grandeo pequeño, se ha elevado una plegaria, perenne. La ojiva quecorta el imperio de la materia, quebrando la fuerza del arco,para fundir dos ilusiones grávidas, en una sola oración inmortal.Allí están, para siempre, las manos alzadas y unidas, de cadaarco encarnando la piedad, la oración y el silencio. Que el arte gótico tiene el don espiritual de transformar la materia en vuelo,la piedra en súplica y la medida en sutil elevación.
Los Carmelitas fundadores: Hieroteo, Brocardo y Eulalio estaban seguros que todos los que con su generosidad habían construido este Templo, sentirían dentro de él algo así como un trasvuelo de inquietudes humanas, que se hace serenidad en la luz de las naves sencillas y paz en la altura limpia de la cúpula; dolor resignado en la sutileza de la ornamentación, adherida a la piedra con porfía casi humana y esperanza vivida en el juego de los arcos simétricos. Es un templo que, como toda obra gótica, manifiesta una estrecha fusión del pensamiento, que es dolor humano y la fe, que es oscura evasión hacia el Infinito. El arte ojival fue creación de la época más creyente y pensativa de la humanidad. Por ello su influjo es superior al tiempo, tan superior como lo son la fe y el pensamiento, sobre la caducidad de la impresión y la ligerezade lo imaginativo.
Breve historia de una obra inmensa
En febrero de 1934, el P. Hieroteo Valbuena del Carmen, Superior de los Carmelitas de Quito, firma un contrato con la Sociedad de Mejoras Urbanas, por el cual adquiere en propiedad un terreno entre las calles Robles, Roca y avenida Amazonas de la incipiente barriada residencial de la época, Mariscal Sucre. Sin personería jurídica, por achaque de la época, actúan y compran el terreno nominalmente el Dr. Moisés Luna y D. Luis Tobar Donoso, quienes años después hacen el traspaso a la comunidad de Padres Carmelitas.
Frente al terreno comprado, el señor Miguel del Hierro, cede un lote de su propiedad para que se construya un templo provisional y la residencia de los padres, desde donde se atendería la construcción de la obra definitiva de la actual parroquia. En la financiación de ésta y en el pago de las deudas adquiridas por la compra del terreno antes citado, se contó con el valioso apoyo del ilustre banquero y ex-presidente la República D. Carlos Julio Arosemena, unido en estrecha amistad al P. Hieroteo, junto con el apoyo de muchas otras personas.
El 8 de diciembre de 1938, después de vencer mil dificultades, el P. Marcelo del Niño Jesús, Provincial de los Carmelitas de la provincia de San Juan de la Cruz de Burgos-España, que se hallaba realizando la Visita Canónica a sus conventos filiales del Ecuador, pone la primera piedra del Templo de Santa Teresita, que es bendecida por el Excmo. Sr. Arzobispo de Quito, Mons. Carlos María la Torre, quien años después llegó a ser Cardenal primado del Ecuador. El acto revistió la mayor solemnidad posible, y la caridad de los fieles quiteños inició allí su reguero ininterrumpido; los Carmelitas comenzaron a ser más conocidos entre la sociedad quiteña, cosa que hizo que muchas personas más se identificaran con esta magnífica obra y con el sueño de los Padres, de ver terminada la capilla en honor a Santa Teresita del Niño Jesús.
A mediados de 1940 comienza la construcción de la obra. Para ello, ha llegado ya al Ecuador el Hno. Mariano de José Riocerezo, ilustre arquitecto Carmelita, cuyas obras arquitectónicas eran ya conocidas y admiradas en Chile y Brasil, su genio, su amor al trabajo, su arte, su devoción, están vivos en cada detalle de la obra magnífica. Su alma goza ya de Dios y su cuerpo yace en la Cripta que él mismo construyó.
El 2 de noviembre de 1941 se bendice la Cripta del templo, que está ubicada en la parte baja del templo. Dos días después se entierra en ella, el primer Carmelita muerto en el Ecuador, Fr. Bernabé de San José Castaño. Al analizarse el proyecto de construcción de la cripta, se ve la posibilidad de que con el usufructo de ésta se ayude un poco a la construcción del templo. Por eso en dicha cripta encontramos al día de hoy muchas personas que fueron importantes para la ciudad de Quito y el país.
Hasta 1946 y con grandes espacios de suspensión de los trabajos, motivados por la carencia de materiales o el alto costo de ellos, la obra avanza aunque a paso lento. Hasta allí se había construido la parte baja y media de la cúpula, el camarín central de la Virgen del Carmen y los cuatro nichos laterales, las bóvedas de los altares secundarios, primeras en el orden de la construcción.
El domingo 28 de noviembre de 1964, en una fiesta íntima y recogida, el Superior de la Comunidad, P. Vicente, bendecía, ante selecto número de padrinos e invitados, las imágenes que ocupan el testero de la Iglesia: Virgen del Carmen, Santa Teresita y el Sto. Cristo de la Agonía. Necesidades arquitectónicas obligaron a colocarlas en su sitio, mucho antes, de poder tributarlas el culto debido. El 20 de junio de 1955 el Delegado Provincial de los PP. Carmelitas Fr. Vidal de la Inmaculada Velasco, ponía la primera piedra de lo que sería la casa conventual, adosada a la sacristía de la Iglesia.
Después de muchos años de trabajo, en medio de aciertos y desaciertos, de cansancios, y alegría, el 19 de marzo de 1956, a los 22 años de vivir los Carmelitas Descalzos en la ciudadela Mariscal Sucre, se abren las puertas del nuevo templo. Exactamente se ha trabajado 14 años en la construcción de este bello templo.
La Obra del Genio y del Arte
Difícil es describir adecuadamente esta obra monumental. Es necesario conocerla y comprenderla en cada detalle y en la realidad conjunta. Su constructor la hizo para perdurar, con largueza pródiga y paciente elaboración. Describamos, con deseo de exactitud, su contenido arquitectónico.
Tiene el templo, en su planta, forma exactamente rectangular, con 62 metros de largo y 22 de ancho; 50 y 20 en lo interno. La contextura de la Iglesia pidió, al hacerse, fundamentos sólidos. Dentro de todas las dimensiones expuestas, los cimientos están constituidos por un muro ciclópeo de 4 metros de altura; de contextura antisísmica, compuesta de molones hierro y cemento, ha permitido la edificación monumental sin temor a los hundimientos característicos de los lugares que alguna vez fueron lacustres. Hacia el testero de la Iglesia y ocupando todo cuanto constituye el presbiterio y grupo de sacristías, está la Cripta, de 20 metros de largo por 12 de ancho, y 4 altura. Tiene capacidad para 300 nichos de cadáveres íntegros 1000 urnas funerarias de restos.
En el interior, dividida en tres naves, la central va desde el coro al presbiterio manteniendo su anchura de 9 metros hasta el ábside semipentagonal y siendo cruzada a la altura del sexto arco, por el crucero monumental. Las naves laterales, 5 metros cada una, llegan parejas hasta el cruce y, pasada su línea, vuelven a encontrarse en las dos capillas laterales, adosadas al Altar Mayor. El crucero, al que hay acceso directo desde el exterior, tiene 9 mts. de ancho y 20 de largo. Situado entre las columnas torales que mantienen cúpula, es ámbito espacioso, que permite una visión del conjunto artístico formado por los vitrales, altorrelieves, arcos simétricos, las linternas de fantástico calado gótico y la estrella que remata la cúpula, en donde el artista Carmelita, lleno de nostalgia castellana, trasplantó en copia exacta la ornamentación de la Capilla del Condestable de la Catedral de Burgos.
La nave central tiene 20 mts. de altura y 11 las laterales sobre el arco de conjunción de éstas con la principal y bordeando toda la extensión de la Iglesia, aparece la gracia curiosa de 1 triforios o galerías, sobre los cuales y hasta fundirse en la ojiva de la bóveda alta, lucen, los vitrales, elaborados personalmente por la hábil y bendecida mano del Hno. José María.
La cúpula de treinta metros de altura y nueve de diámetro interior, joya de equilibrio, ponderación y cálculo, tiene 2 cuerpos apoyados en el juego de ocho triángulos que marcan su forma estrangular y encuadran sobre los arcos torales la curvilínea de las pechinas, dentro de las cuales se ha colocado los cuatro Evangelistas. El primer cuerpo de la cúpula es ciego, ornamentado con el mismo dibujo que los triforios. Sobre él nacen los ocho ventanales superiores, engarzados por respectivas columnas, en las que la imaginación arquitectónica puso una nota ágil, dándoles ornamentación propia da la época más florida del ojival. Apoyada en el capitel de esas columnas, luce la estrella del Condestable, que, sinceramente importa, más que precisión artística, juego ideal.
Descendamos de tanta altura y busquemos los lugares de servicio litúrgico: Coro, presbiterio, capillas, sacristías. El primero, situado sobre la entrada principal de la iglesia, a siete metros de altura, ocupa el primer arco de la construcción, en toda su anchura, cinco por veinte, de capacidad más que sobrada.
El presbiterio, sesenta centímetros más alto que el plano natural de la iglesia, es amplio y capaz, unido a las capillas laterales, ocupa ciento treinta metros cuadrados, considerable porción dentro de los mil totales. Es un rectángulo de veinte por cinco, con un remate pentagonal en cuya parte superior se levantan los cinco camarines: Cuatro laterales y el central que ocupa la imagen de Nuestra Santísima Madre la Virgen del Carmen. Sobre este camarín central, y en graciosa hornacina, está la patrona titular de la Iglesia, Santa Teresita y, en lo más alto, entre un haz de nervios, la imagen del Santo Cristo de la Agonía, presidiendo con su dolor sereno y su paz amorosa, todas las expresiones de la fe de sus devotos.
Por los dos primeros lados del pentágono que remata el presbiterio, se encuentran las puertas de acceso a los servicios de sacristía. Quedan dentro de la forma rectangular de la iglesia y se comunican directamente con la casa conventual. Al lado izquierdo del presbiterio en un altar sencillo de bronces, luce el Sagrario, joya de la orfebrería española, que fue posible adquirir, gracias a la munificencia del Banco del Pichincha de Quito, que regaló a la Comunidad de Carmelitas, con un aporte especial de agradecimiento al Santísimo Sacramento en las Bodas de Oro de la fundación del Banco.
Intencionadamente hemos dejado para el comentario final el exigido elogio de una obra callada. La de la Sra. Carmela Estévez de Carrillo, conocida con el pseudónimo incaico de INTIYAN, que traducido a nuestro idioma, cobra, en la persona nominada, una realidad clara: HIJA DEL SOL. Porque la luz del genio la visitó, porque sencilla como la claridad del día no tiene en su arte opacas proyecciones, porque no sabe de las sombras de la cobardía artística que se cubre con la rareza de lo exótico, por ello INTIYAN fue una artista religiosa que, en la tradición ecuatoriana, era una exigencia del ser nacional. El ecuatoriano ha sido desde siempre religiosamente artista.
Y es así como vemos en todo el templo plasmado una de las más grandes concepciones escultóricas, dentro del arte ecuatoriano moderno. Los cuatro evangelistas en las pechinas del crucero, las representaciones de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz bajo los rosetones del mismo crucero y las 14 estaciones del Vía-Crucis, son, todas y cada una, verdaderos monumentos de arte religioso y de arte clásico.